domingo, 19 de diciembre de 2004

Debo confesarme

Soy un mal español, lo confieso. Ya no es simplemente que, según Aznar y sus correveydiles sea un claro representante de la Antiespaña (Inciso: No tengo claro si lo que la drecha rancia de este pais lleva años llamando la Antiespaña es una de las Dos Españas de las que habló Machado, o si se trata de una cosa totalmente distinta, en cuyo caso no sabría yo exactamente a qué se refieren en concreto. Agradecería aclaraciones al respecto), que no me guste el futbol (sacrilegio! sacrilegio!), que me encanten los toros (motivo principla, que no único, por el que no soporto a los toreros, y ahí está el quid) o que tenga unos mínimos de cultura general y buen gusto estético.

Pero es que estos últimos dias me he dado cuenta de que estoy incumpliendo otro de los requisitos básicos para ser un buen español como Dios y la Constitución mandan. No llevo lotería de Navidad. Ni del Niño. Iba a decir que ni una peseta, pero no sería estrictamente cierto. No sólo porque las pesetas estén fuera de circulación (que también), sino porque mi madre tiene la costumbre de comprar un décimo a repartir con toda la familia, y mis tio tres cuartos de lo mismo. Así que supongo que algo llevaré, pero no se ni en qué números. Pero lo que es comprar, yo no he comprado nada. Y eso, en este pais, debe ser algo así como un pecado mortal. O algo.

Porque lo de jugar el sorteo especial de navidades de la Lotería Nacional es algo así como una tradición navideña más, al estilo de comerse las uvas (mucho más moderna, por cierto, que lo de las uvas aún no ha cumplido el siglo y los niños de San Ildefonso llevan dos atronando al personal con sus gorgoritos), juntarse con la familia (por más insufrible que sea), ir a la misa del gallo (muy de capa caida), montar el belén o emborracharse con cualquier excusa. Vamos, que como decía Ruiz Zorrilla, un ministro de los tiempos de la restauración, "Los españoles se dividen en dos clases, los católicos y los ateos; los primeros lo confían todo en Dios, los segundos en la lotería", aunque yo añadiría que los católicos también confían más en la loteria que en Dios. Y eso (lo de comprar lotería, me refiero) es algo que no entiendo. Ni eso ni las grandes escenas de alegría y alborozo público en el pueblo donde toca el gordo. Porque, seamos sinceros, los premios de la lotería de Navidad son una mierdapinchánunpalo y puesta a secar al sol. Vale, yo hay dias que no gano tanto dinero, y ya me gustaría a mi que me tocase, pero, comparativamente con otros sorteos que se realizan regularmente durante el año (la Primitiva -en sus diversas variantes-, la ONCE, la Euromillones, la 6/49...), los premios son bajos. Muy repartidos, vale, pero es que llevando una participación, si te toca una pedrea y quieres tomarte un café para celebrarlo, aún tienes que poner tu dinero.

Supongo que ese es uno de los motivos que sea tan popular, que por el poco dinero que supone , el ir a cobrar la participación premiada con cuatro duros sale casi más caro que lo que vas a sacar. Y además hace de miserable, que es algo que a la gente le da mucho miedo (vivimos en un pais de wannabes, que le vamos a hacer, aceptémoslo), así que todos los colegios, asociaciones de comerciante, y, en general, cualquier grupo de más de una persona que se junte, compra sus numeros, hace sus participaciones y persigue al resto de la humanidad con la intención de vendérselo. Si no toca, beneficios. Porque hay que ser muy lerdo como para no vender suficientes décimos como para recuperar la inversión. Si toca el gordo, miel sobre hojuelas, porque siempre te quedas unas cuantas participaciones por si, y siempre queda alguna por vender. Y si lo que toca es una pedrea, entonces ya es lo mejor. Porque te quedas con los beneficios de la venta, y con gran parte de la pedrea, porque la gente no va a ir a reclamar lo que es suyo. Y, como la gente, por lo general, es tonta (véase a quienes hemos tenido en el gobierno durante ocho años, y cuantos les han seguido votando incluso después), un aumento de la oferta provoca, inmediatamente, un aumento de la demanda. Y la gente compra y compra lotería. Y lo triste es que luego, muchos ni miran si ha tocado algo...

En mi descarga, tengo que decir que lo de no haber comprado nada es estrictamente circunstancial. Durante los dos últimos meses no he estado en ningún lugar donde nada más llegar me plantasen las participaciones debajo de la nariz, casi amenazándome con el ostracismo y los Infiernos Exteriores si no compraba, como otros años. Y además, no he tenido la ocasión de ir a Madrid a mediados de Noviembre, como me hubiese gustado. Porque, si hemos de hacer caso a la leyenda popular, este año tiene que tocar, por cojones, en Madrid. Porque ya saben que el gordo de la Lotería de Navidad cae siempre en sitios donde han pasado desgracias, y este año, el (desgraciado) mérito de ser la zona donde ha sucedido la mayor desgracia se la lleva Madrid (No, no valen las participaciones de la delegación local del PP de su barrio, cuando las cosas se hacen tan rematadamente mal no se puede considerar nada de lo que te pase como una desgracia, es todo culpa tuya. Las desgracias son fortuitas). Y a las leyendas populares, sobretodo de este tipo, hay que hacerles siempre caso, porque si lo haces y no toca, pues es normal, pero si tienes la oportunidad, no lo haces y toca, te sientes como un perfecto imbécil.

En fin, que, como diría mi abuelo, este año ya puedo decir que me ha tocado la Lotería de Navidad. Porque todo lo que no he gastado, ya es algo que tengo ganado.

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