Boquitas pintadas partidas

No he hablado aún de Silvio Berlusconi. Imperdonable por mi parte. A ver, niños, no se puede ir por la vida pegándole a la gente. Eso está mal. Es feo. El pegarle a la gente, no Berlusconi. Bueno, él también. Pero es que cuando se junta un persono con la personalidad (ejem) y las buenas maneras (ejemEJEM) del amigo Silvio, un enfermo mental que no estaba debidamente tratado (y de eso alguna responsabilidad tiene Berlusconi, que para algo es Primer Ministro), y lo que viene a ser la tradición anarquista italiana, que siempre han sido muy suyos, pues pasa lo que pasa.


Por no decir que dónde estaban los servicios de seguridad (que si uno fuera mal pensado diría que todo estaba preparado y le estaban haciendo la cama), y la coña de que el arma ejecutora fuese una reproducción de la Catedral de Milán. Para que luego digan que la iglesia no es peligrosa.

No he hablado de lo de Hermann Tertsch (ey! he escrito el nombre bien a la primera! Bueno, a la segunda, vale...) Imperdonable por mi parte. A ver, niños, ser un moro, un antifascista o una persona normal del cine o de la SGAE no tiene nada de malo. Bueno, lo último quizás sí, pero no es el tema. Ser un hijo de una perra sarnosa y cien mil padres distintos, desconocidos y sifilíticos como aquí el amigo de germánico nombre sí lo tiene. Mucho. Pero tampoco es ese el caso. Incluso cuando se trata de gentuza de ese calibre, pegarle a la gente patadas por la espalda que les levantan tres metros del suelo y le parten un par de costillas está mal. Es feo. Esas cosas no se hacen. Excepto en un caso: Que el malnacido en cuestión sea un borracho buscabroncas a altas horas de la madrugada que se pone gallito con un "empresario de la noche", y que tu seas un taburete y el tío, además, se caiga encima tuyo. En ese caso, mira, incluso lo veo aceptable, qué quieren que les diga. Que uno taburete no ha sido nunca, pero en estados etílicos lamentables sí que ha estado, y hombre, pues esas cosas pasan. Manda cojones los güevos y el kilómetro de jeta cementera que le ha echao el gachó...


Por no decir lo penoso (por no usar otra palabra más gruesa) que resulta el que, con dos costillas rotas, Tertsch fuera a urgencias (de la sanidad de su Esperanza Aguirre) y lo enviasen para casa, como si nada. Tócate los cojones a dos manos.

Y no he hablado de esto porque mira... No. Total, pa' qué. Pero desde luego que es como para partirle la boca a alguien. Metafóricamente hablando, claro. Hacerlo literalmente está mal. Está feo. Esas cosas no se hacen, niños.

Alíiiiicia! Por dónde andas, bonica?