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domingo, 10 de mayo de 2009

Pasteles de carne

El sábado por la noche, corriendo e in extremis, me fuí a ver Sweeney Todd.


Y digo lo de corriendo e in extremis por dos cosas: porque la última representación es hoy lunes (que ya me vale haber esperado tanto? Pues sí, pero mira...), y porque, habiendo cogido el metro a las ocho en Santa Coloma, a las ocho y media todavía no había llegado al Clot. Y con una despedida de soltero en el vagón que me hizo lamentar el no llevar encima una buena navaja barbera con las cachas de plata para montar allí mismo una versión libre de la historia. Pero al final llegué, con el tiempo justísimo (fue recoger la entrada en taquilla y que diesen el aviso de "tres minutos para que comience la representación"), pero llegué.


Poco sabía yo que iba a estar a punto de arrepentirme. No por la obra, ojo, que está muy bien (es un Sondheim, que ya es un qué), Joan Crosas está MUY bien como Sweeney, Viky Peña está GENIAL como una miss Lowett pasadísima de vueltas (y además los dos se ajustan físicamente mucho más al papel y dan muchísimo más miedo que Johnny Depp y la pavisosa de la Bonham-Carter, que, para empezar, son demasiado jóvenes para el papel)


la escenografía es buena, y el coro da muchísimo yuyu.

Pero el público... ay. Para empezar, entre el público había niños que no debían haber cumplido aún los diez años. Y a ver, yo siempre he defendido que a los niños no hay que edulcorarles la vida ni esconderles las cosas, y que no pasa nada porque vean pelis de terror o lean historias de miedo... Pero es que la historia de Sweeney, justamente porque no da lugar a creer que es una fantasía (aunque parece ser que está confirmado que no se basa en una historia real, es terriblemente verosímil) es MUY jevi (y el montaje MUY gore). No llega a ser un Titus Andronicus, pero casi. Pero vamos, sus padres sabrán. Pero luego está la gente que come cosas con bolsas de plástico durante la función (a ver, quién fue el genio que decidió que en el bar de un teatro se podían vender patatas fritas?), y se dedican a ir apretando y aflojando la bolsa. Que estaba uno por pagarles un afeitado a ver si paraban de una vez. Y los que se dedican a comentar las escenas o a repetir los diálogos que les hacen gracia, que estaba uno por afeitarles personalmente. Y los que se ponen los cascos y, pasando de la obra por la que han pagado un mínimo de 35 €, se ponen a escuchar el fútbol e informar al amigo de al lado de cómo va el puto partido, que estaba uno por hacer pasteles de carne con sus entrañas y hacérselos comer antes de que expirasen. Porque manda cojones.

Y luego, también estaba la mitad del reparto de El Cor de la Ciutat, pero eso lo digo sólo a modo de curiosidad y porque como no sigo la serie, me sorprendió lo gordísimo y viejísimo que está Àlex Casanovas.

Y el teatro... Ay, el teatro. Definitivamente, el Apolo debe ser el teatro más feo de Barcelona. Buena visibilidad tiene, eso no lo discuto (en otros teatros que conozco, desde donde estaba -gallinero, a la izquierda del todo) no hubiese visto una mierda. Y buena acústica también. Pero es incómodo y feo de cojones. Y quiero creer que no era adecuado para esta obra. Digo quiero creer, porque la obra tiene orquesta, no es con música grabada... Pero los músicos estaban escondidos, en lugar de en el foso que les corresponde. Y la impresión que daba es que el escenario estaba más adelantado de lo que debía, como si la caja fuese demasiado pequeña y hubiesen aprovechado el hueco del foso para hacer más sitio al escenario. Con lo bonito que es (sobretodo cuando estás en gallinero, que en platea no se ve) ver a los músicos en el foso... Y técnicamente... Bueno, he dicho antes que el teatro tenía buena acústica. Imagínense cómo sería de buena, que a mediados del primer acto, durante la canción de Johanna, todo el sistema de sonido se fue a tomar por saco durante un par de minutos y se oían sólo los vientos y a María del Mar Maestu... e incluso se oía mejor que con los altavoces. Que esa es otra, que salvando a Sweeney, al juez Turpin y a un par de miembros del coro, todas las voces son agudas (y algunas, como las de Johanna o Toby -Ruth González, que también lo borda-, irritantemente agudas), y al menos desde donde estaba yo daba la imrpesión de que los altavoces estuviesen saturados. Y las luces... Bueno, las luces al menos, como constantemente se veían destellos por detrás del escenario, de focos que se les encendían y se les apagaban al buen tuntún, pues parecía que todo pasase durante una tormenta con gran aparato eléctrico, y eso le daba un aire así como fantasmagórico que quedaba bien y todo.

Por supuesto, los responsables del montaje se dieron cuenta de todo eso y lo arreglaron durante el entreacto... que se alargó a casi una hora. Al menos, tuvieron la decencia de reconocer que había problemas técnicos y que si aquello no volvía a empezar era porque estaban intentando arreglarlos. Pero vamos, que en una obra que lleva lo que lleva esta en cartelera, pues no es plan. Porque fue un sábado, pero es en una representación entre semana, te alargan aquello cuarenta minutos y te pueden dejar tirao y sin metro para volver a casa.


Así que ya ven el pastel (de carne) con el que me encontré. Menos mal que luego me fuí a otros sitios a hacer otras cosas y la noche acabó bastante mejor...

Lectura imprescindible (que no tiene nada que ver con el post)

lunes, 2 de marzo de 2009

Somos uno menos





Y, aunque no fuera ni de lejos su mejor actuación, habrá que recordarle siempre por haber puesto negro sobre blanco aquello que llevábamos muchos pensando durante mucho tiempo...
A mi la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás. Y que se metan a España ya en puto culo a ver si les explota y les quedan los huevos colgando del campanario. Que vayan a cagar a la puta playa con la puta España que llevo desde que nací con la puta España, se vayan a la mierda ya y dejen de tocar los cojones...


Que grande eras, mamón...

viernes, 14 de noviembre de 2008

Contra la cultura

Sergi Belbel es un dramaturgo catalán, de bastante éxito dentro de lo que es la escena catalana, y Premio Nacional de Literatura (en la categoría de Literatura Dramática) de 1996. Algunas de sus obras están entre las de lectura recomendada para alumnos de bachillerato a nivel nacional. Una de ellas, Carícies (Caricias) fue llevada al cine por Ventura Pons, y está pendiente de estreno una segunda adaptación por el mismo director, en este caso de la obra Forasters (Forasteros). Personalmente he de reconocer que no he visto ni leído nada suyo (que yo recuerdo), probablemente por el prejuicio que supone precisamente que lo haya adaptado Ventura Pons, director que, salvo sus primeras comedias (El vicari d'Olot, Que t'hi jugues, Maripili?, Aquesta nit o mai) me produce una pereza increíble, pero tiene fama de ser un muy buen escritor, un gran constructor de personajes y tener una gran habilidad para dar ritmo a sus obras. Y de ser incómodo y molesto. De deslizarse por el límite del feísmo y tratar temas como la prostitución, el racismo, la homosexualidad o la violencia social. Y de no embellecer las cosas. Sus personajes sueltan tacos como metralletas.

Premio Nacional de Literatura y autor recomendado en bachillerato, recuerden.

Lo tienen claro?

El alcalde de Rojals (Alicante) ha sancionado a una maestra de arte dramático por montar con sus alumnos una obra de Belbel. Con el agravante de que no escogió ella la obra, sino que la escogieron los alumnos. Porque contiene "expresiones malsonantes y obscenas". Expresiones del tipo "cuando era un crío, a mí también me daba asco besuquear a los ancianos. La peste a viejo se me quedaba en la nariz el resto del día y el contacto con la piel blanda y sudada me daba arcadas", "Quitar esa música endiablada, extranjeros de mierda y dejar de tocarme los cojones de una puñetera vez", "te cortaré el pito y los huevos de cuajo y te coseré el ojete del culo, mariconazo", o "y seas tan amiga del que da por culo a tu padre y se ensucia el pito con su mierda".

Expresiones todas ellas totalmente condenables, pero... Pongámoslas en contexto. Les copio fragmentos de reseñas de la obra cuando se estrenó en el TNC (sacados todos de aquí, salvo cuando se señala lo contrario):

El espectador se enfrenta a la radiografía moral de un grupo familiar, arquetipo de una amplia clase media con prejuicios automáticos respecto al inmigrante. La acción transcurre en dos momentos históricos precisos: en los años sesenta del pasado siglo, cuando el desarrollismo activó los movimientos migratorios interiores, y en la actualidad, con los recién llegados que componen un mapa de muy dispares nacionalidades. Ambos planos cronológicos se alternan continuamente (...) Casi todas las desgracias familiares afloran aquí como un rosario interminable de invitaciones lastimeras: el cáncer mortal, el matrimonio sin amor, el aborto deseado y no consentido, el forzado exilio del abuelo a un asilo geriátrico, la aborrecida homosexualidad del hijo, la mujer apaleada por el marido y que acepta resignada su destino...

Joan-Anton Benach, La Vanguardia

Forasters se centra en dos dels temes predilectes d'aquest autor: el pas del temps i les relacions familiars. L'obra, que transcorre entre les parets d'un pis de la burgesia, explica la història d'una mateixa família en dos moments del temps: els anys 60 del segle XX i l'actualitat. I circula al voltant de dues situacions que es repeteixen en les dues èpoques: la mort de càncer d'un dels membres d'aquesta família i l'arribada al pis de dalt d'uns nous veïns. Als anys 60 aquests són emigrants andalusos i avui, àrabs (...) Forasters és un text dur, agre, malhumorat, que només al final sembla obrir una porta a l'esperança. Sense gaires miraments Belbel diu que els dolents de la pel.lícula som nosaltres, que ens tanquem a la integració i a l'afecte. És, possiblement, l'obra en què apareix més vegades la paraula odi, sempre escopida amb rancor, un text ple de violència interior, a vegades una mica reiterativa, que exhibeix personatges derrotats. Després d'una primera part molt ben travada, sense caps per lligar, en la segona l'autor fa explotar la història, els crits s'apoderen de la situació i l'obra sembla reviure els més solemnes moments del més melodramàtic Tennessee Williams. Però està dempeus, amb la seva moralina inclosa, proposant finalment un discurs políticament correcte sobre la convivència i la tolerància.

Gonzalo Pérez de Olaguer, El Periódico

Como su título indica, en Forasters hay personajes venidos de fuera, portadores de otras maneras de mirar el mundo. Pero no son los verdaderos protagonistas. Lo son la fragilidad de las relaciones familiares, el paso del tiempo y, sobre todo, el miedo y la desconfianza hacia lo desconocido.

En Forasters. Melodrama familiar en dos temps, Belbel ha creado a una familia burguesa, que vive en una gran ciudad europea, y la ha situado a finales de los años 60. Una madre enferma de cáncer se exclama por los nuevos vecinos del piso de arriba: no son de aquí, son de fuera y se mueven, huelen, bailan y cocinan de manera diferente. Esta madre representa un viejo mundo, de hieráticas costumbres, del que su hija reniega y huye. Pero 40 años más tarde, esta huida será en vano. Ella misma se encontrará postrada en la misma cama donde murió su madre. Y los vecinos de arriba han cambiado. También son de fuera, pero han venido de más lejos aún, de otro continente, y sus costumbres vuelven a sonar tan o más lejanas como las de los primeros vecinos de los años 60.

Elena Cuesta, El Mundo


Vamos, que es una obra que trata de lo que pasa en la calle. Y me van a decir que ustedes no han oído esas cosas (y peores) en la calle, día sí, día no, y el de en medio? Y sin terminar con "moralina" ni "discurso políticamente correcto a favor de la convivencia", sino dichas mortalmente en serio?

Lo siento, llámenme malpensado, pero es que no me puedo quitar de la cabeza que lo que le ha molestado a doña Silvia Pizarro, concejala de cultura y educación de Rojales (quien, con dos cojones, es capaz de decir que "este tipo de obra no es para Rojales"... mientras reconoce no haberla leído! Eso es criterio!), y al señor Antonio Martínez Cánovas, alcalde del susodicho pueblo (del Partido Popular, por cierto, y no digo yo que esto tenga nada que ver, nooooooo!!!) es, precisamente, la moralina y el discurso políticamente correcto. La llamada a la convivencia y el respeto al otro. Algo que en una obra de ficción, salvo que seas un teletubbie, sólo puedes hacer mostrando el otro lado. ESO es lo que encuentran malsonante y obsceno.

No quiero pensar qué le hubiese podido suceder a la buena mujer si se le llega a ocurrir representar el Tito Andrónico de Shakespeare, o Marat-Sade de Weiss, o algo así...

Que asco, de verdad.

lunes, 14 de julio de 2008

De rebajas



Y creo que esto (Especia Melange, RNE-3, 24/IX/2002) es todo lo que tengo que decir al respecto del tema "rebajas". Y del tema "crisis", y del tema "sociedad de consumo", y del tema "capitalismo salvaje", y de...


(los siete primeros minutos son una marcianada salvaje, luego empieza lo bueno, tranquilos)

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lunes, 14 de abril de 2008

Perdidos en el bosque

Qué tienen en común Caperucita Roja, la Cenicienta, Juan de la habas mágicas, Rapúnzel, el lobo feroz, el príncipe encantador, la malvada madrastra, el gigante y la bruja?

Vale, sí, que son cuentos. Cuentos moralizantes. Enseñanzas profundas sobre la vida disfrazadas de juego infantil. Ritos de paso destilados en palabras. Además de eso.

Todos viven en el bosque, o deben cruzar el bosque para algo. Y el bosque entra en ellos, y les cambia, y cuando (si) salen de él, son otros.

Y que todos ellos fueron los personajes escogidos por Stephen Sondheim para protagonizar su Into the Woods, la obra que desde hace unos meses están representando, en versión catalana, los Dagoll Dagom en el teatro Victòria de Barcelona, bajo el nombre de Boscos endins. Y que yo fui a ver el sábado. Y que, al igual que el Cómeme el coco, negro de La Cubana que les comentaba hace unos días, es un pecado mortal no verla.

Porque lo cierto es que aunque como musical (y yo soy muy de teatro musical) no sea ni de lejos lo mejor que he visto (es un musical clásico y peca de lo que la mayoría de musicales clásicos: los actores están hablando y de golpe, sin que venga a cuento de nada, alejop! se ponen a cantar. Aunque también puede ser que me haya acostumbrado demasiado a los musicales donde la acción se interrumpe para introducir una canción -Cabaret, Chicago- o que son cantados full time -El fantasma de la ópera, Mar i Cel. Además, es de principios de los ochenta y la música no ha envejecido del todo bien, y abusa demasiado de los solos y los duetos) el montaje es totalmente ES-PEC-TA-CU-LAR.

Empezando por el escenario, absolutamente (y falsamente) minimalista, a duras penas cuatro árboles pelados (caaaalma, Casta) pero aprovechado hasta el límite y de una complejidad técnica que me atrevería a decir que supera a la del barco que, con dos cojones, plantaron e hicieron navegar entero encima del escenario para Mar i Cel, donde todos los movimientos tienen que estar cuadrados al segundo a riesgo de que los actores se escogorcien y que obliga a que toda la obra tenga que funcionar como un mecanismo de relojería, sin posibilidad del más mínimo error. Impresionante, sin más, el curro que se metieron los escenógrafos para crearlo.

Continuando con el casting, encabezado (de nuevo tras la reposición de Mar i Cel, parece que los DD le han cogido el gusto al tema) por una triunfita, Gisela, en el papel de Cenicienta, que está correctita sin más, y subiendo in crescendo por una Anna Moliner y un Marc Pujol absolutamente deliciosos en sus papeles de Caperucita Roja-niña repipi y Juan de las habas mágicas-niñato tonto, un Carles Gramaje como siempre perfecto, sin más (ya saben que en esta casa somos muy fanes del Gramaje) tanto en el (breve) papel de lobo seductor y lúbrico como en el de príncipe encantador mega-pijo-osea (aunque la verdad es que más que pijo, le quedó bastante amariconao, pero eso yo le echaría más la culpa a Joan Lluís Bozzo, el director, que a él, porque el otro príncipe peca de lo mismo, y en todo momento en el transcurso de la obra se deja muy clarito de a ambos les gustan más las mujeres que a un tonto un lápiz), y, sobretodo, por una Mone que se come con patatas cualquier escena en la que aparezca haciendo el (por otra parte, siempre muy agradecido) papel de bruja, y que da uno de los momentos más surrealistas de la obra cuando convierte el sincopado de la canción de la bruja explicando la maldición en un rap, con sus luces de discoteca y todo. El resto de los actores que aparecen, bien, en su sitio y sin hacer gallos ni perder el pie, que ya es mucho.

Y terminando con el libreto, que es el quid de la cuestión. Que yo me esperaba, viniendo de todo un Sondheim, una vuelta de tuerca un punto más perversa a los cuentos clásicos, y no. Se ciñe bastante a lo que son los cuentos originales (o la versión edulcorada de los cuentos originales), aunque se molesta en recordar que el príncipe de Rapúnzel se saca los ojos contra un espino al caer de la torre, que las hermanastras de la Cenicienta se cortan una los dedos del pie y la otra el talón para que les quepa el zapato de cristal, y que cuando se presentan en la boda de esta y el príncipe, con la intención de reventarla, los pájaros se abalanzan sobre ellas y les sacan los ojos. Pero, aún con estas, la primera mitad del espectáculo es bastante blanca y para todos los públicos, se pueden llevar a los niños (de una cierta edad, pongamos a partir de los diez) sin problemas. Hay chistes sexuales (como en todos los cuentos), hay violencia tanto física como moral (como en todos los cuentos), pero, al fin y al cabo, no deja de ser un cuento infantil. Y, sobretodo, hay la canción de la Cenicienta al volver del baile, que deja muy claro uno de los puntos focales de la obra: que muchas veces veces no es para entrar en el bosque para lo que hace falta juntar valor (normalmente no hay más remedio que entrar), sino para salir de él. Porque el bosque tiene peligros, sí, y está oscuro y la abuelita vive lejos y en cualquier momento se hará de noche, pero a la vez te protege del mundo exterior y te evita tener que elegir, que tomar decisiones, que crecer. Y que si cambian "bosque" por "adolescencia", la frase mantiene todo el significado.

Pero ay, cuando vuelves del intermedio. Porque entonces, el buen hombre (Sondheim) se acuerda que la historia de Juan de las habas mágicas no se acaba cuando Juan ha robado la gallina de los huevos de oro y el arpa que toca sola y ha matado al gigante. Que, en la historia completa, hay una giganta, que baja hasta el pueblo de Juan para buscar venganza. Y ahí empieza el horror, las muertes (el segundo acto es un completo body-count, se carga sin contemplaciones a la mitad de los protagonistas) y el desfile de miedos y miserias humanas. Porque un gigante es mucho peor que un dragón. Muchísimo peor. Y es que un gigante es como nosotros, pero más grande. Y a veces nos rebelamos contra el que creemos que es el narrador de nuestras vidas, nos amotinanos y lo destruimos, y eso no sirve de nada. Y a veces los padres todo lo que quieren es que los hijos no crezcan y estén siempre seguros, y al intentarlo los llevan al desastre, porque tienen que crecer y cruzar el bosque, aunque para ello deban untarse de miel, dejar que la giganta se los trague y reventarle el corazón desde dentro. Y hay muertos, y catástrofes, y más muertos, y adulterios, y más muertos, y deserciones, y más muertos, y pérdida irremisible de la inocencia y aún más muertos. Y el final es forzada, falsamente feliz, porque es un cuento y los cuentos tienen que tener final feliz, pero todos sabemos que lo único que ha pasado es que el bosque ha quedado arrasado y todo lo que queda de él es el recuerdo.

Vamos, que el mayor "pero" que se le puede poner a la obra es el horrible cartel que le han diseñado, que es como para darle de hostias al creador hasta que se te canse la mano, y luego empezar con la otra.


Que estará en el Victòria solo hasta el cuatro de Mayo de Mayo, y luego probablemente se vaya a hacer gira por las Españas todas, que oí el otro día en una entrevista que estaban ensayando ya la versión castellana (parece ser que no podrán hacer gira por Cataluña porque sale demasiado cara para el presupuesto que tienen los ayuntamientos). Que si tienen oportunidad, no se la pierdan, que vale (de sobras) lo que cuesta la entrada.

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martes, 1 de abril de 2008

mmmmmmMusic Hall!!


Les pongo este gag (partido en dos vídeos) de los tres veces grandes Les Luthiers porque, pese a no ser (ni de lejos) el mejor de sus sketches (que podría ser, por ejemplo, este)


), a mí de siempre que me hizo mucha gracia lo del mmmmmmmmmusic hall!!, y de mmmmusic hall es de lo que quiero hablar.

Bueno, y porque no he encontrado en el tubo ningún vídeo de Cómeme el coco, negro de La Cubana. Que la fui a ver en semana santa y, entre pitos y flautas, se me había pasado comentarlo.


Y bueno, más de lo mismo. Personajes de La Cubana, situaciones de La Cubana, juegos con el espectador de La Cubana, transformaciones espectaculares del teatro de La Cubana, chistes de La Cubana, medio bocadillo de mortadela de La Cubana y una estructura muy La Cubana. Vamos, lo mismo que antes (o luego, que esto es una reposición) hicieron con Cegada de amor para el cine, o con Una nit d'Ópera para la ópera, pero aquí para el mmmmmmusic hall.

Vamos, un imprescindible del que no se puede contar nada, porque la gracia está en que te sorprendan. Ya tardan todos en ir.


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