El otro día hicieron en BTV
Dune (
David Lynch, 1984). La película, "superproducción de arte y ensayo", como muy acertadamente la definieron en los primeros números de la segunda etapa de la primero echada a perder y luego desaparecida
Fantastic Magazine ha envejecido fatal y si ya en su día era una completa marcianada, ahora me imagino que la única forma de disfrutarla (y comprenderla) por completo debe ser yendo hasta las trancas de substancias de dudosa legalidad y sorprendentes efectos sobre el sistema nervioso, tanto central como simpático. Sin embargo, y pese a que determinados efectos especiales chirrían cosa mala, que el formato televisivo no le favorece nada y que el doblaje es como para empalar a todos los implicados a las puertas de la ciudad, sigue siendo una gozada para los sentidos, sigue siendo la demostración que, incluso para un purista como yo, hacer una
buena adaptación cinematográfica no implica en absoluto ceñirse a la letra de la novela (novela y película se parecen entre sí como un huevo a una castaña, y sin embargo
cuentan lo mismo,
dicen lo mismo,
tienen la misma alma y son igual de hipnóticas y apasionantes), y tiene algunos de los personajes visualmente (y no sólo visualmente, también de fondo, pero ciñámonos a lo visual) más potentes de la historia del cine.
Por supuesto, están los Gusanos (y sí, los Gusanos de Dune SON un personaje -y uno importante- en Dune, no un simple efecto decorativo), que se han convertido en un referente visual de primer orden dentro del género fantástico, siendo homenajeados/parodiados hasta la extenuación por gente como
Tim Burton, pero también el horrible barón
Vladimir Harkonnen (
Kenneth McMillan), la malvadérrima Reverenda Madre
Ramallo (una
Silvana Mangano en estado de gracia), la
terrible y aterradora Reverenda Madre
Alia Atreides (
Alicia Witt, uno de los niños que más miedo han sido capaces de dar en la historia del cine... y eso que era de los buenos de la película!), cualquiera de los mentat,
Patrick Stewart (y en este caso no porque el personaje,
Gurney Halleck, su maquillaje o su vestuario sea nada del otro viernes... sino por la constatación de que, en veinte años, ese hombre no ha envejecido ni un sólo día)... Y
Sting como
Feyd-Rautha Harkonnen.
No, de
Kyle MacLachlan como
Paul Usul Muad'Dib Atreides no digo nada, porque, como todos y cada uno de los papeles que ha hecho este
actor, que por muy fetiche de
Lynch que sea, tiene la misma expresividad que una pared de cemento, el papel lo podría haber hecho cualquier otro con (previsiblemente) mejores resultados.
Así que volvamos a
Sting y a
Feyd-Rautha. Porque, sin tener un papel que incluyese grandes soliloquios (por no decir que no tiene una sola línea de texto en toda la película), logra bordar un papel que
exhala peligro y sexo por cada uno de los poros y en cada uno de los segundos que aparece en pantalla. De acuerdo que el vestuario para-sadomaso que lleva ayuda, pero resulta innegable que aquí
Lynch acertó de lleno. Dudo mucho que ningún otro actor hubiese logrado tener esa... presencia, a falta de una palabra mejor. Tal vez
Iggy Pop (que no era actor, pero es que
Sting tampoco lo es) en sus buenos tiempos, pero le hubiese faltado ese punto de elegancia
dandy del inglés. Y aquí entramos en el tema.
Porque, dejándonos de hostias,
Sting es de lo más
blandito de su "generación". Entendiendo como tal la de lo que, a día de hoy, es ya rock clásico.
Iggy,
Lou Reed,
Jim Morrison,
Siouxie,
Mick Jagger (no digamos ya
Keith Richards),
Tina Turner (después de deshacerse de
Ike),
Alice Cooper,
Debbie Harry,
Freddie Mercury... incluso el
Elvis pre-Las Vegas, si me apuran, eran todos ellos
grandes en lo suyo, pero también eran unos
malotes de primera. Gente que se hacían notar. Con, a falta de una palabra mejor,
presencia. Fuerzas de la naturaleza.
Sting no. Era un cantante y compositor correctito (personalmente deben haber un par de temas suyos de la época
Police que me interesen, y sólo uno, de su época en solitario, que pueda decir que me gusta,
If I ever lose my faith in you), mono... y el novio ideal que toda madre quiere para su niña. Blandito.
Y sin embargo supo bordar un papel a priori tan alejado de lo que era (o del papel que representaba) como el de
Feyd-Rautha. Y
Cooper pudo ser el padre alcohólico y maltratador de
Freddy Krueger en la (por lo demás flojísima) sexta entrega de la saga de
Pesadilla en Elm Street. Y
Tina pudo ser la malísima y
übersexual Tía Entity de
Mad Max III: Más allá de la cúpula del trueno (de largo, la mejor de la saga). Y la moral de medio mundo que
Elvis logró hacer tambalear a base de movimientos de cadera, la acabaron tirando por los suelos entre
Morrison y
Mercury a base de ser ellos mismos. Y
Richards ha podido recientemente ser el (pasadísimo de vueltas) patriarca pirata de
Piratas del Caribe III. Y... y se que me estoy dejando muchas cosas en el tintero.
Y entonces es cuando me voy al gimnasio, y tienen puesta la MTv, y a mi me entra la depresión generacional. Porque ese aura, esa actitud, esa... presencia, a falta de una palabra mejor, de sexo y peligro (peligro sexual, peligro para la moral establecida y las buenas costumbres, peligro para el
status quo, pero no sólo ese peligro, también peligro en el sentido más común y prosaico del término) que era, y a mi entender
debe ser (porque el rock, o el pop, o como le quieran llamar, por más que pueda ser ya a estas alturas clásico, incluso académico, por más que pueda ser perfecto en su escritura y en su interpretación, por más que los grandes genios de la música que haya dado el siglo XX estén en su gran mayoria englobados dentro de él, y no en una orquesta clásica, por más que lo puedan -y deban- disfrutar gente de todas las edades y condiciones sociales, es música para adolescentes, música que se va directa a la parte adolescente de nuestro cerebro, esa que siempre está ahí, independientemente de nuestra edad, que se sabe inmortal y que le gusta el peligro) parte consustancial del rock (o el pop, o el heavy, o el techno, o el punk, o como le quieran llamar, ya saben a lo que me refiero) se ha perdido. Irremediablemente.
No hay nadie en la escena musical actual que pudiese interpretar a
Feyd-Rautha. Ni a
Tía Entity.Ni con capacidad de, ya no digo hacer temblar, sino simplemente hacer cosquillas, al
status quo. Como mucho, pseudo-malotes de todo a cien aficionados al softcore cutre y a la joyería más cutre aún que van de raperos-cinco-estrellas por la vida y que ni en sueños entrarían en cualquiera de los barrios deprimidos de este (o cualquier otro) país, no fuese que les atracaran, suripantas (de todos los sexos y variantes sexuales imaginables) aficionadas a hacer softcore cutre mientras se declaran vírgenes y que son capaces de transmitir sexo, pero no morbo, y algún que otro marciano semi-underground (o peor,
imitadores del semi-underground) como
Rob Zombie o
Marylin Manson (alias La Drag Queen Ridícula Que Vino Del Infienno), y que ni transmiten sexo, ni asustarían a una abuelita. Hay buenos artistas, sí, no seré yo quien lo discuta, pero no hay actitud, no hay aura, no hay... presencia, a falta de una palabra mejor. No en los productos más
mainstream, al menos, seguro que si uno se pone a bucear en círculos más especializados encuentra ejemplos, y ocasionalmente reluce alguien digno de entrar en la lista que puse antes, como una
K.D. Lang o unos
Scissor Sisters (de momento, no las tengo todas conmigo que vayan a poder sobrevivir mucho más en la misma línea). Y nótese que tanto
K.D. Lang como los
SS son artistas que han salido, por uno de aquellos movimientos brownianos raros que tiene el mundo musical, de precisamente esos
círculos especializados que decía antes. Lo cual no resta ni un ápice de su presencia (a falta...) ni de su calidad como artistas (que es innegable), pero los señala más como
rarezas aptas para todos los públicos que como
mainstream propiamente dicho.
Cuándo se perdió la actitud, la presencia?
Cuándo se volvió tan
blandito, tan suave, el rock?
Cuándo nos volvimos todos gilipollas?
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