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Jano, el dios romano de los cambios, se le representaba siempre con dos caras, una mirando a cada lado. A un lado, lo que había antes, al otro, lo que habrá después. En la interfase, Jano, el Cambio.
Los cambios no son la única cosa que tiene dos caras. El lugar común dice que la verdad también las tiene, pero, en general, estoy bastante en desacuerdo con ello. La verdad es la que es, y punto. Puede gustarnos o no, y lo más habitual es que no la conozcamos y nos tengamos que fiar por aproximaciones y opiniones, que, estas sí, no es que tengan dos caras, como Jano, sino cientos, como algunos avatares hindúes.
En Barcelona (ya saben ustedes que yo soy barcelonés y me precio de barcelonauta) se están produciendo cambios. Nada reseñable, en principio, en una ciudad que no sólo está habitada sino que está viva. Quitando los engendros arquitectónicos como la torre Agbar, el Edifici Vela o la cosa aquella que están haciendo hacia el final de Pere IV que daña a la vista y al sentido común, uno de los que más está afectando al tejido de la ciudad es la irrupción como elefante en cacharrería del Bicing. Ya saben ese servicio de préstamo de bicicletas
que profetizó Eduardo Mendoza y que ahora
amenaza con morir de éxito. Bueno, seamos justos. En sí, en sí, no ha sido el Bicing. Ha sido el que la gente haya empezado a usar la bicicleta para moverse por la ciudad, algo que hasta hace poco era una frivolidad exótica. El Bicing lo único que ha hecho ha sido acelerar la cosa.
Y ese cambio, la irrupción de ese "nuevo" medio de locomoción en el paisaje urbano, que yo todavía no se si es bueno o es malo (aunque a priori, me gusta), pues hay gente que lo ve muy bien, hay gente que lo ve muy mal, y hay gente... Hay gente que en público lo alaba, pero que luego lees entre líneas y ves que les da una rabia que se les sale por las orejas.
Les explico: En Barcelona hay tres líneas de tranvía. El histórico Tramvia Blau, que sube la falda del Tibidabo desde la Avinguda del Tibidabo hasta el Funicular, el Trambesòs que nace en la Ciutadella, sube hasta las Glorias y allí se bifurca en una rama que sigue la Gran Vía en dirección Badalona y otra que baja por la parta nueva de la Diagonal hasta el mar y luego sigue paralela a este hasta Sant Adrià, y el Trambaix que nace en Francesc Macià, sigue Diagonal arriba hasta Palau de Pedralbes, donde baja hasta tocar Hospitalet y de allí ya va hacia Esplugues i el Baix Llobregat. Bueno, pues el Ayuntamiento tiene un plan para enlazar Trambaix y Trambesós, de forma que toda la Diagonal quede unida por tranvía. Como se pueden imaginar, eso ha generado polémica, sobretodo entre adictos al coche, diciendo que si entorpercerá aún más el tráfico de la ciudad y que si tal y que si pascual. Bueno, como (sufrido) usuario del transporte público que soy, pero sobretodo como persona que gusta de mirarse los datos fríamente antes de sacar conclusiones, mi opinión al respecto es clara: ya tardan. Porque lo mismo se dijo antes de la puesta en marcha del Trambaix y el el Trambesòs (que además afectan directamente a dos de las principales puertas de entrada de la ciudad), y la experiencia ha demostrado que no es así, y que en cambio sí que se ha facilitado una burrada la movilidad de la gente que vive o ha de desplazarse a las zonas afectadas.
El problema no está en los que dicen "no" con las manos aún oliendo a volante: hay gente que es boba y que entre un prejuicio y los datos experimentales en la mano, siempre se decantarán por el prejuicio, y eso lo sabemos todos y más mal que bien sabemos como bregar con ellos. El problema está en los que van de sibilinos por la vida. Y es que, curiosamente, aproximadamente a la vez que se empezó a hablar del tema, empezaron a oírse respetables voces de muy respetables comentaristas (especialmente en La Vanguardia y en la programación en desconexión de Onda Rambla-Punto Radio, en el programa que dirige el inefable
Albert Castillón, aunque tal vez sea cosa de que son algunos de los medios "locales" que más sigo) en la onda de decir que sí, que bueno, que eso del tranvía estaba muy bien, que eso de las bicicletas y del bicing estaba muy bien, pero que quién pensaba en los peatones, que es que todas esas iniciativas le quitaban sitio al peatón que igual había que ponerles algún coto, porque el pobre peatón...
Me jugaría el huevo derecho sin miedo a perderlo a que todos esos fariseos son de los que cogen el coche hasta ir a por el pan en el portal de su propio edificio.
Señores, no me toquen los huevos. Yo SOY un peatón. Uno que, trabajando entre Maria Cristina y Palau Reial, tienen que estar cayendo chuzos punta para que coja el metro para volver a casa en un sitio más cercano que Plaça de Sants, y hasta allí voy chino-chano. Uno que viviendo en Santa Coloma, cuando se va a dar un paseo en el tren de san Fernando suele acabar tomándose un granizado de café en la Rambla de Poble Nou o mirando el mar en la playa de Badalona. Me pateo con una cierta regularidad la ciudad. Y sólo conozco un punto, UNO, donde realmente se pongan en conflicto los derechos de los ciclistas y de los peatones: Diagonal con Balmes, acera de montaña. Justo enfrente del (maravilloso) ventanal del Círculo Ecuestre. Pero eso es porque coinciden en la acera la marquesina de la parada del autobús y un kiosko, y en la franja que queda pasa el carril bici y queda menos de un metro para los peatones. Con trasladar o bien el kiosko o bien la parada del autobús diez metros más arriba, el peligro quedaría conjurado. Por supuesto que hay ciclistas desaprensivos que se creen que el mundo es suyo, y peatones desaprensivos (sobretodo viejas) que cuando ven venir un ciclista cambian su recorrido para meterse en su camino y obligarle a apartarse (que eso lo he visto yo más de una vez y más de diez), pero es que cualquier peatón se enfrenta a eso mismo entre sus pares desde siempre, no es algo que haya aparecido de la nada con la irrupción de los ciclistas.
No, miren, saben qué es lo que incomoda, molesta y pone en peligro a los peatones de Barcelona? No son las bicis. Son los coches que consideran que el lugar idóneo para frenar ante un semáforo en rojo es justo en el cruce, taponando con ello todo el paso de cebra. Y esos son legión, y muchas veces con la connivencia de la Guardia Urbana. Son los que consideran que los semáforos y las señales de velocidad (Barcelona no es sólo Eixample, tiene muchos barrios de calles estrechas, empinadas y retorcidas, donde la circulación no está limitada a cincuenta, como es habitual en ciudad, sino a treinta) son sólo orientativos y que el coche SIEMPRE tiene preferencia sobre el peatón. Son los que estacionan para descargar, o incluso aparcan y se van, quitando toda la visibilidad de un paso de peatones, o incluso EN el paso de peatones (yo cuando me saqué el carnet de conducir me dijeron que eso no se podía hacer), y a esos me los encuentro todos los días en la esquina del Princesa Sofía. O los que consideran que un paso de cebra sin semáforo está sólo para hacer bonito. O los semáforos con un tiempo de paso para peatones que hacen que yo, que soy joven, tengo las piernas largas y camino deprisa, tenga que apretar el paso para que me de tiempo a cruzar (imagínense alguien que NO reuna esas condiciones), para dejar más tiempo de paso para los coches. O cuando hay
UN PUTO PARTIDO DE FÚTBOL DE MIERDA, NO SE CAERÁ EL ESTADIO CON TODOS ESOS SUBNORMALES DENTRO, JODER, y un señor guardia urbano (esos que, en todos los casos anteriores, ni están ni se les espera), que en los casos anteriores ni está ni se le espera, te hace esperar dos semáforos dos sin poder cruzar para que puedan pasar autocares. Y aún tendremos que dar gracias que ya no se les permite aparcar sobre toooooodas las aceras de la zona (medida que, por cierto, mereció inflamadas críticas de esos mismos comentadores), impidiendo directamente que los peatones puedan caminar por ellas. O...
No me vengan con hostias. A ustedes los peatones no les importamos una mierda. A ustedes lo que les jode es que venga algo a pisarle el terreno a sus sacrosantos coches, y usan a los ciclistas como cabeza de turco. En el peor de los casos, los ciclistas pueden ser un incordio, una mosca cojonera. Pero no nos quieran llevar a error, que los que nos pateamos las calles sabemos que ustedes son una plaga de langosta.
Así que si no les gusta que Jano se pasee por la ciudad en bicicleta y en tranvía, se jodan. Que no me dan ninguna pena.