Martes 25 por la mañana: me noto como mareado y con un cierto malestar de estómago. Lo achaco al tiempo, que me ha provocado una bajada de tensión.
Martes 25 al mediodía: empiezo a notar molestias en la garganta. Va a ser que son anginas.
Martes 25 por la tarde: Voy al médico. Me receta antibióticos, no los que tomo normalmente. A la vuelta del médico, después de oír la conversación de las viejas, me empieza a subir la fiebre.
Miércoles 26 por la mañana: Pese a haber empezado ya con los antibióticos, tengo las anginas tan infladas que apenas si puedo cerrar la boca, mucho menos tragar, y totalmente blancas. La fiebre sube y baja como si estuviese en una montaña rusa. Vuelvo al médico y me cambia la medicación. Me paso el día alternando febradas que no me dejan hacer otra cosa que acurrucarme y temblar y periodos de sudores fríos. Y eso, dopao de paracetamol hasta las orejas.
Jueves 27 por la mañana: Aún tengo algún acceso de fiebre, pero leve.
Jueves 27 por la tarde: La fiebre deja de hacer acto de presencia. Me sigo notando mareado y como desorientado, pero lo achaco a que al hincharse tanto, las anginas deben haber tocado el oído (de hecho, los oídos me duelen bastante) y me han descuadrao temporalmente el centro del equilibrio.
Viernes 28 por la mañana: Ya no tengo fiebre y la hinchazón ha bajado casi del todo. Me voy al curro antes de volverme loco encerrado en casa. Durante todo el día sigo medio mareado, pero tengo presencia de ánimo para dejar preparado un experimento (que tiene que quedar todo el fin de semana haciendo chup-chup).
Viernes 28 por la tarde: Me da un retortijón y tengo que salir corriendo al cuarto de baño. Sale ligadita. Más veces me ha pasado que cuando tengo anginas me dan retortijones, así que no le doy importancia.
Viernes 28 por la noche: La hinchazón ha desaparecido totalmente. Sigo mareado como una sopa. Es la misma sensación que estar medio borracho, pero sin la parte divertida. Se me enciende la bombillita y me leo el prospecto del antibiótico. Bingo, entre los efectos secundarios comunes están los mareos.
Sábado 29: Mareado como un abstemio en un fumadero de opio, intento hacer algo de provecho y ponerme al día con los dos cursos dos que estoy haciendo por internet. El servidor de la UB Virtual ya me había dado problemas al intentar loguearme, pero es que ahora el navegador me dice directamente que la página no existe. Viva y bravo. Si no fuese que ya durante semana santa NO me dejaba entrar desde casa, y sí desde el curro, pensaría que es que se les ha caído el servidor. Según ellos, es cosa de la configuración de mi ordenador, pero yo NO había tocado la configuración del ordenador cuando pasó de cargar la página a no cargarla, ni cuando volvió a pasar de no cargarla a cargarla, ni ahora que ha vuelto a pasar de cargarla a no cargarla. Así, sólo puedo cagarme en todos sus muertos.
Domingo 30: El mareo contínua, pero aún así me armo de valor y voy a comprar el periódico y a tomar un poco el aire que hace muy bueno. Cuando vuelvo a casa y me pongo ante el ordenador para (ver punto anterior), me encuentro con que el Firefox me ha cargado mal una actualización y ahora directamente no carga nada. Logro arreglar eso, y me encuentro con que se me ha puesto a cero, perdiéndome todos los favoritos y tal. Miro los archivos del ordenador, y está todo ahí. Pierdo media mañana hasta que logro arreglar el tema. No me pregunten cómo, yo soy de la opinión que plantarse delante del ordenador con una maza, cara de cabreado, y gritarle "vas a funcionar o no, pedazo de mierda!?" obra milagros. El resto del día, ver punto anterior.
Lunes 31 por la mañana: Me voy a trabajar. Sigo mareado. A las nueve estoy en Plaza Catalunya. A las nueve y cinco, en Drassanes. A las nueve y cuarto, en Drassanes. Por megafonía avisan (oh, milagro) de que hay un problema en Sants y la línea está parada. Que raro, hacía mucho que no pasaba. Salgo del tren. La estación está en obras, y no hay nadie (NADIE) de TMB para atender a los pasajeros. Ni para dar carta de reclamación, ni para dar justificante para la empresa, ni para vender billetes, ni para avisar a una ambulancia si alguien se hace daño (recuerdo: la estación está en obras), le da un jamacuco o le asestan una puñalada. N-A-D-I-E. Salgo a las Ramblas, empiezo a subirlas a paso ligero y saco el telefonillo. Diez minutos después estoy en Canaletes y subiendo, y logro que alguien coja el teléfono. Por supuesto, no se habían enterado de que la línea tres estaba parada, y, por supuesto, no saben darme una explicación de por qué no hay nadie de TMB para atender al pasajero en Drassanes. En todo esto, he llegado a Passeig de Gràcia con Gran Vía, y estoy en la parada del autobús esperando al 7, que es el que me va mejor para ir al curro. Me dicen que si quiero poner una reclamación telefónica. Me río en su cara, pasan como de la mierda de las reclamaciones escritas, van a hacer caso a las que no dejan ningún registro. Llega el autobús y cuelgo, que no quiero forzar la garganta gritándoles lo que se merecen y haciendo que la demás gente del bus se gire a mirarme como si viesen a un marciano. Sigo mareado. Llego al curro con el tiempo justo. El experimento que dejé el viernes ha, literalmente, explotado. Me dicen que al final no vamos al congreso de Madrid. Caca.
Lunes 31 al mediodía: Sigo mareado. Compruebo la web de los cursos, y desde el curro funcionan perfectamente. Aprovecho para hacer algo.
Lunes 31 por la tarde: Sigo mareado. Llego a casa y me siento delante del ordenador. Según el navegador (e independientemente de que use Firefox o Explorer), esa página no existe. Me empieza a doler la cabeza.
Oh, y a todo esto, el título del post es porque además del mareo, otro de los efectos secundarios del antibiótico son diarreas...
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