lunes, 14 de abril de 2008

Perdidos en el bosque

Qué tienen en común Caperucita Roja, la Cenicienta, Juan de la habas mágicas, Rapúnzel, el lobo feroz, el príncipe encantador, la malvada madrastra, el gigante y la bruja?

Vale, sí, que son cuentos. Cuentos moralizantes. Enseñanzas profundas sobre la vida disfrazadas de juego infantil. Ritos de paso destilados en palabras. Además de eso.

Todos viven en el bosque, o deben cruzar el bosque para algo. Y el bosque entra en ellos, y les cambia, y cuando (si) salen de él, son otros.

Y que todos ellos fueron los personajes escogidos por Stephen Sondheim para protagonizar su Into the Woods, la obra que desde hace unos meses están representando, en versión catalana, los Dagoll Dagom en el teatro Victòria de Barcelona, bajo el nombre de Boscos endins. Y que yo fui a ver el sábado. Y que, al igual que el Cómeme el coco, negro de La Cubana que les comentaba hace unos días, es un pecado mortal no verla.

Porque lo cierto es que aunque como musical (y yo soy muy de teatro musical) no sea ni de lejos lo mejor que he visto (es un musical clásico y peca de lo que la mayoría de musicales clásicos: los actores están hablando y de golpe, sin que venga a cuento de nada, alejop! se ponen a cantar. Aunque también puede ser que me haya acostumbrado demasiado a los musicales donde la acción se interrumpe para introducir una canción -Cabaret, Chicago- o que son cantados full time -El fantasma de la ópera, Mar i Cel. Además, es de principios de los ochenta y la música no ha envejecido del todo bien, y abusa demasiado de los solos y los duetos) el montaje es totalmente ES-PEC-TA-CU-LAR.

Empezando por el escenario, absolutamente (y falsamente) minimalista, a duras penas cuatro árboles pelados (caaaalma, Casta) pero aprovechado hasta el límite y de una complejidad técnica que me atrevería a decir que supera a la del barco que, con dos cojones, plantaron e hicieron navegar entero encima del escenario para Mar i Cel, donde todos los movimientos tienen que estar cuadrados al segundo a riesgo de que los actores se escogorcien y que obliga a que toda la obra tenga que funcionar como un mecanismo de relojería, sin posibilidad del más mínimo error. Impresionante, sin más, el curro que se metieron los escenógrafos para crearlo.

Continuando con el casting, encabezado (de nuevo tras la reposición de Mar i Cel, parece que los DD le han cogido el gusto al tema) por una triunfita, Gisela, en el papel de Cenicienta, que está correctita sin más, y subiendo in crescendo por una Anna Moliner y un Marc Pujol absolutamente deliciosos en sus papeles de Caperucita Roja-niña repipi y Juan de las habas mágicas-niñato tonto, un Carles Gramaje como siempre perfecto, sin más (ya saben que en esta casa somos muy fanes del Gramaje) tanto en el (breve) papel de lobo seductor y lúbrico como en el de príncipe encantador mega-pijo-osea (aunque la verdad es que más que pijo, le quedó bastante amariconao, pero eso yo le echaría más la culpa a Joan Lluís Bozzo, el director, que a él, porque el otro príncipe peca de lo mismo, y en todo momento en el transcurso de la obra se deja muy clarito de a ambos les gustan más las mujeres que a un tonto un lápiz), y, sobretodo, por una Mone que se come con patatas cualquier escena en la que aparezca haciendo el (por otra parte, siempre muy agradecido) papel de bruja, y que da uno de los momentos más surrealistas de la obra cuando convierte el sincopado de la canción de la bruja explicando la maldición en un rap, con sus luces de discoteca y todo. El resto de los actores que aparecen, bien, en su sitio y sin hacer gallos ni perder el pie, que ya es mucho.

Y terminando con el libreto, que es el quid de la cuestión. Que yo me esperaba, viniendo de todo un Sondheim, una vuelta de tuerca un punto más perversa a los cuentos clásicos, y no. Se ciñe bastante a lo que son los cuentos originales (o la versión edulcorada de los cuentos originales), aunque se molesta en recordar que el príncipe de Rapúnzel se saca los ojos contra un espino al caer de la torre, que las hermanastras de la Cenicienta se cortan una los dedos del pie y la otra el talón para que les quepa el zapato de cristal, y que cuando se presentan en la boda de esta y el príncipe, con la intención de reventarla, los pájaros se abalanzan sobre ellas y les sacan los ojos. Pero, aún con estas, la primera mitad del espectáculo es bastante blanca y para todos los públicos, se pueden llevar a los niños (de una cierta edad, pongamos a partir de los diez) sin problemas. Hay chistes sexuales (como en todos los cuentos), hay violencia tanto física como moral (como en todos los cuentos), pero, al fin y al cabo, no deja de ser un cuento infantil. Y, sobretodo, hay la canción de la Cenicienta al volver del baile, que deja muy claro uno de los puntos focales de la obra: que muchas veces veces no es para entrar en el bosque para lo que hace falta juntar valor (normalmente no hay más remedio que entrar), sino para salir de él. Porque el bosque tiene peligros, sí, y está oscuro y la abuelita vive lejos y en cualquier momento se hará de noche, pero a la vez te protege del mundo exterior y te evita tener que elegir, que tomar decisiones, que crecer. Y que si cambian "bosque" por "adolescencia", la frase mantiene todo el significado.

Pero ay, cuando vuelves del intermedio. Porque entonces, el buen hombre (Sondheim) se acuerda que la historia de Juan de las habas mágicas no se acaba cuando Juan ha robado la gallina de los huevos de oro y el arpa que toca sola y ha matado al gigante. Que, en la historia completa, hay una giganta, que baja hasta el pueblo de Juan para buscar venganza. Y ahí empieza el horror, las muertes (el segundo acto es un completo body-count, se carga sin contemplaciones a la mitad de los protagonistas) y el desfile de miedos y miserias humanas. Porque un gigante es mucho peor que un dragón. Muchísimo peor. Y es que un gigante es como nosotros, pero más grande. Y a veces nos rebelamos contra el que creemos que es el narrador de nuestras vidas, nos amotinanos y lo destruimos, y eso no sirve de nada. Y a veces los padres todo lo que quieren es que los hijos no crezcan y estén siempre seguros, y al intentarlo los llevan al desastre, porque tienen que crecer y cruzar el bosque, aunque para ello deban untarse de miel, dejar que la giganta se los trague y reventarle el corazón desde dentro. Y hay muertos, y catástrofes, y más muertos, y adulterios, y más muertos, y deserciones, y más muertos, y pérdida irremisible de la inocencia y aún más muertos. Y el final es forzada, falsamente feliz, porque es un cuento y los cuentos tienen que tener final feliz, pero todos sabemos que lo único que ha pasado es que el bosque ha quedado arrasado y todo lo que queda de él es el recuerdo.

Vamos, que el mayor "pero" que se le puede poner a la obra es el horrible cartel que le han diseñado, que es como para darle de hostias al creador hasta que se te canse la mano, y luego empezar con la otra.


Que estará en el Victòria solo hasta el cuatro de Mayo de Mayo, y luego probablemente se vaya a hacer gira por las Españas todas, que oí el otro día en una entrevista que estaban ensayando ya la versión castellana (parece ser que no podrán hacer gira por Cataluña porque sale demasiado cara para el presupuesto que tienen los ayuntamientos). Que si tienen oportunidad, no se la pierdan, que vale (de sobras) lo que cuesta la entrada.

Hace 309 posts...

16 comentarios:

Nils dijo...

Gisela de gira nada, ella a Belgrado a cantar! jejeje

Ginebra dijo...

Um... pues tan feo tampoco me parece.

Anónimo dijo...

Pues me han entrado ganas de verla... espero que caigan por aquí, aunque sea con la excusa de la Explo.

Sota dijo...

Nils, eurotalifán tenías que ser...

Ginebra, tanto no. Más.

Norda. Pos no sabo, que no hay fechas puestas.

Casta dijo...

Sepas que lo del minimalismo lleig.

Por otra parte a ver si puedo verla pero lo veo complicado que cuando vengo a Barcelona tengo la agenda colapsada.

Anónimo dijo...

Uy, demasiado largo y demasiado culto como para hacer lectura normal, así que he optado por lo oblicuo. Si les da por hacerla en Madrid, me acerco a verla, que los chicos de Dagoll estos me molan, sisisi.

Sota dijo...

Casta, que no, que yo soy el primero en decir que menos siempre es menos, y esto uh uh mola.

Mag, vaga eres, ridiela!

Otto Más dijo...

Aún no he visto un musical bien hecho en este país... cuando no son cantantes mediocres, hay una puesta en escena floja... Si un inglés los viera no se lo podría de creé... Pero bueno, vamos a fiarnos de Sota y cuando se acerque por aquí haremos por verlo...
Mierda, Casta, que no pude llamarte al final :(

Otto Más dijo...

Seguimiento... (empiezo a parecerme a vos)

Sota dijo...

Otto, CUALQUIER musical de los Dagoll Dagom vale MUCHÍSMO la pena. Punto.

nanyu fonseca dijo...

hay que ver lo poliglota que es el Stephen este...

Gisela la de OT aun canta????

DeCa dijo...

:) oido cocina.

Tony Tornado dijo...

MMMM, me llevas al teatro?

Otto Más dijo...

Quieres decir Sodeheim, no? XD
Luego dices de esos pobres eurotalifanes XD

Nepomuk dijo...

Que dice Hans Christian Andersen que de dónde te has sacado eso de que todos los cuentos tienen que tener un final feliz...

Que dice que si insistes mucho con el tema ahora mismo te arrea un sirenitazo que vasavertú...

(y dicho sea de paso y sin que venga mucho a cuento, la adaptación al castellano de El Fantasma de la Ópera fué para que se te cayeras dos lágrimas.

Pero de dolor, ojo...)

Sota dijo...

Nan, políglota no creo. Pero hay traductores que valen un imperio...

DeCa, una de chocos!

Tony, sí, al Bagdag te voy a llevar. Pero para estar en el escenario, no como público...

Otto, no, hablo de los montajes de Dagoll Dagom. Un musical de Sondheim vale la pena aunque sea en un montaje de función de fin de curso.

Nepo, y la vendedora de fósforos, y el soldadito de plomo (que son los cuentos más crueles y desesperanzadores que se hayan escrito jamás), y... Vamos, que las cursivas en el texto no te han dicho nada, no? El Fantasma no estaba mal del todo... Aunque también es verdad que lo vi como a cuarenta de fiebre, así que muy objetivo no soy, no...

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