domingo, 22 de mayo de 2005

En busca del orgasmo perdido

Recuerdan ustedes “Vinieron de dentro de...”, aquella paranoia de 1975, perpetrada (en el mejor sentido de la palabra) por David Cronemberg, con una Barbara Steele ya entradita en años y en arrugas pero con más vicio que cualquier cosa, en el que unas babosas mutantes surgidas del laboratorio del científico-loco-sin-nada-mejor-que-hacer de turno se dedican a poseer a los habitantes de un edificio de apartamentos y ponerlos cachondos perdidos? Pues quiten las babosas, cambien a Cronemberg por John Waters y a Barbara Steele por Chris Isaac, también bastante arrugadito, pero sin la cara de gilipollas (o, al menos, sin tanta cara de gilipollas) habitual en él, añádanle unas gotas de “La Biblia en Pasta” de Summers, una tía buena con dos tetas como dos carretas de cuatro bueyes cada una, una protagonista con un curioso parecido a la concejala de asuntos sociales del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid (especialmente, antes de golpearse la cabeza. La protagonista, digo, no la concejala), aunque en menos pijo, una mamá de la protagonista que es como será Ana Botella dentro de, digamos, veinte años, una variada colección de polimorfismos sexuales y muchos chistes de caca-culo-pedo-pis BIEN hechos, y obtendrán Dirty Shame, o, como aquí la han traducido (en una traducción que es adecuada al espíritu de la película y que, además, es una de las expresiones que más se repiten durante el metraje, pero que no por ello deja de ser engañosa), Los Sexoadictos.

Con lo que he dicho hasta el momento podrían suponerse ustedes que la película es lo que podría haber sido un remake de “Vinieron de dentro de..." hecho por Ozores. Pues sí. Si Ozores hubiese dispuesto alguna vez de un buen guionista y hubiese estado más interesado en explicar una historia que en enseñar tetas y culos (Waters incluye frontales integrales, sí, pero no son lo que yo llamaría “eróticos”) y hubiese dirigido sus caca-culo-pedo-pis hacia la crítica cáustica por reducción al absurdo en lugar de hacia el chascarrillo machista fácil. Resumiendo en cuatro líneas la historia. Perfecto suburbio conservador de Baltimore, donde de pronto la gente empieza a mostrarse sexualmente activa, una pareja de lesbianas salen del armario, el cartero se decide a comprar pornografía (previa comprobación del material) en el Badulake, se instala una familia de osos (papá oso, mamá oso y su osezno)... esas cosas. El Badulake está regido por una familia integrista cristiana, regida por la matriarca, al lado de quien el papa R16 es un rojo peligroso (Ana Botella de mayor), su hija (la concejala de asuntos sociales del Excelentísimo Ayuntamiento de la Villa de Madrid), que no le va a la zaga, Chris Isaak (con cara de tonto, pero no tan de tonto como es habitual) y la nieta, que es exhibicionista, stripper, puta y se ha hecho implantar dos tetas como dos carretas de cuatro bueyes cada una. La mamá (la C.d.a.s.d.E.A.d.l.V.d.M) sufre un accidente (básicamente, le arrean un mamporro en plena cara con una tubería desde un coche) del que se recupera gracias al cunnilingus que le practica en plena calle un mecánico con ansias mesiánicas a quien hasta un minuto antes le estaba practicando una felación una de las policías del pueblo mientras conducía, y que quiere convertir a tan recatada señora en su duodécimo apóstol en la tarea de conseguir para la humanidad una nueva forma de placer sexual, que será el orgasmo definitivo. A partir de ahí, y con una escatológica aparición en plan guest star de David Hasselhoff, tiren millas. Y ardillas. También hay ardillas.

No creo que sorprenda a nadie si digo que John Waters ya no es el que era. Esto no es “Pink Flamingos”. No sale Divine (más que nada, porque está muerto), no hay sexo explícito, y la historia no provoca tanto por lo que enseña sino por lo que dice. A favor hay que decir que ha aprendido a hacer cine “convencional” (en el sentido de poner la cámara donde toca, iluminar bien, narrar la historia, usar una banda sonora adecuada –Chris Isaak no canta!!! Aleluya!!!-) y dice muchas cosas. Y muy recomendables. Una película a colar de rondón en cualquier ciclo de cine organizado por una parroquia (o un ayuntamiento del PP), y más entre más integrista sea el cura (o el alcalde). Y para cualquiera que quiera reírse un buen rato. Escenas como la de la manifestación en pro de la decencia donde una de las organizadoras se emperra en dar como gran panacea el que hoy en dia los cirujanos pueden reconstruir un himen, la reunión de sexoadictos anónimos, la cura científica a la ninfomanía de la niña (la de las tetas como...) o el catálogo de parafilias (por cierto, curioso que Waters presente sin mayor complejo cosas como el sploshing -excitarse cubriéndose de comida-, o las duchas romanas -excitarse vomitando sobre otro o siendo vomitado-, y sin embargo rechace con un rotundo “no” la única mención al fist fucking) son impagables. O cualquiera en las que salgan las ardillas.

Insisto, muy recomendable para reírse durante una hora y media (porque no hace falta hacer películas de tres horas para explicar algo, señores de Hollywood!), para quitarse manías de encima (aunque casi mejor que las dejen en la taquilla) y para descubrir el orgasmo definitivo a través de los golpes en la cabeza.

3 comentarios:

Sota dijo...

Bueno... En La Nenaza y el Fantasma y en La Guerra de las Coles tampoco. Porque ESO no son Jedis. Y las vendían como pelis de Star Wars, así que...

Anónimo dijo...

Oh. Tiene buena pinta.

Imagino que ya la habrás visto, pero Cecil B. Demente, la penúltima o antepenúltima de este señor, me encantó.

Anónimo dijo...

Ay, que era yo.

angua

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