lunes, 5 de julio de 2004

Rogamos Empujen Nuestros Ferrocarriles Estropeados

En el último mes estoy cogiendo más el tren (hablo de RENFE o ferrocatas, el metro va aparte) de lo que lo había cogido en los últimos cinco o seis años de mi vida. Por cuestiones laborales, principalmente. Bueno, más que por cuestiones laborales, por intentos de cuestiones laborales. Para hacer entrevistas de trabajo, vamos.

El tema es que uno es químico (o por lo menos tiene un papelito muy mono y muy enorme que no hay dónde meterlo y firmado -es un decir- por el rey que dice tal cosa). Y como todo lo que tenga que ver con la química tiene muy mala prensa (otro dia hablaré sobre el tema, si me acuerdo), y nadie quiere tener una empresa química cerca, pues estas suelen estar en polígonos industriales en el cuarto coño. Y como uno siempre ha sido de natural práctico y sencillo (y pobre cual piojo de rata, para qué negarlo), y para ir de casa a la facultad o de casa a los curros que he tenido podía tirar de transporte público o ir a pie, pues no tengo coche (también ayuda el que, cuando he tenido pasta para comprarme un coche, me haya visto en la disyuntiva de o me compro el coche, o pago el seguro y le doy de comer, pero las dos cosas a la vez ni pol forro..., porque si le digo a mis padres que me compren un coche sin tener necesidad imperiosa de él me iban a decir que de qué voy). Y como no tengo coche, que siempre acabo perdiendo el hilo de las conversaciones, pues me toca ir de casita hasta el tercer coño (palmo arriba palmo abajo) en tren o autobús, y de ahí en adelante, a pata,o, si previamente he localizado el sitio via internete (recomiendo vivamente la web www.mappy.com, suele dar muy buenos resultados) y veo que está muy lejos o que no me voy a aclarar, pues pillando un taxi. O, si como hoy, amenaza lluvia. Que tampoco es cuestión de llegar a la entrevista con pintas de salmón recién pescado, que bastante cara de besugo tengo ya de natural.

Bueno, pues hoy tenía una entrevista de trabajo en Barberà del Vallés. Eso está, en tren, a un cuarto de hora justo de Sant Andreu Arenal (Fabra i Puig), más entre un cuarto de hora y veinte minutos de metro entre Fabra y Santako. Más los desplazamientos a pie (de mi casa al metro, y del tren a la fábrica), que van en factura aparte. Un lapso de tiempo más que razonable, y considerablemente inferior al que he necesitado para otras entrevistas que he tenido recientemente. Primer problema: Había anunciada, para todo este fin de semana (de jueves a martes) huelgas en los servicios de cercanías de Barcelona. No seré yo quién critique el derecho a huelga y manifestación (pásalo) de unos honrados trabajadores, siempre y cuando se cumplan las normas, se respeten los servicios mínimos (máxime en un servicio claramente estratégico en un leviatán como Barcebollas como es el transporte público), no se intente putear al personal que no tiene nada que ver con el tema, y tal. Bueno, todo eso se ha cumplido. Se avisó con tiempo y en todos los medios de información de que había huelga, estaban publicados los horarios corregidos de los trenes, con las frecuencias de paso en los dias en que durara la protesta, etecé etecé. Item más, las reducciones en el servicio iban a ser de seis a once de la mañana y de seis a diez de la tarde, y como la entrevista la tenía a las cuatro menos cuarto (que vaya horas para hacer una entrevista de trabajo? Sí, yo pensé lo mismo, pero mira, la vida es así, no la he inventado yo, y los horarios de trabajo del departamento de personal -aka Recursos Humanos- de esta empresa en particular -ni de ninguna otra, ya puestos- tampoco), pues como que no me afectaban.

A la ida, ningún problema. Bueno, sí, todo el sistema de información de la estación se había ido a tomar por culo, y cuando en los paneles luminosos te anunciaban que venía el cercanías Barcelona-Mataró (por decir algo), luego el tren que entraba en la via era el Talgo El Masnou-Pekín, con parada en todas las estaciones (y sí, esto es una referencia a los recorridos de los autobuses que salen en las historias de Superlopez, y no, no me he apoyado en la taquilla para pedir un café con leche y un croissant, entre otras cosas porque el café me gusta sólo. Con leche, el cianuro.) Pero vamos, que esto era un problema menor y sólo se trataba de mirar, cuando entraba el tren, hacia dónde se dirigía. Al viejo estilo, vamos.

Pero a la vuelta... Ay a la vuelta. Primero, que me perdí por Barberà (precioso y anodino pueblo, por otra parte, por si hay algún barberanense o-como-se-llame que lea esto, pero que los carteles de indicación se inventaron para algo, señores). Y, una vez en la estación, esperando.

Y esperando...

Y esperando...

Casi tres cuartos de hora esperando al puto tren. Fuera de horario de huelga. Y un tren que pasa (que debería pasar, perdón) cada diez minutos o así. Y, para acabar el recochineo, por megafonía no hacían más que avisar cada cinco minutos que los trenes que iban en la otra dirección y que sí que circulaban con normalidad (porque vamos, se veían pasar y pararse en la estación y subir y bajar gente, así que digo yo que es que circulaban con normalidad) sufrían retrasos que podían llegar hasta los 25 minutos. Y en cambio, los que iban en dirección Barcelona (que, haciendo caso a megafonía, deberían estar circualndo divinamente que te cagas), pues que no pasaban. A estas, hacía ya rato que había dejado de llover (era una tormenta, como habrán podido deducir), había salido el sol, hacía un calor que te morías y la humedad ambiental, gracias a la lluvia, debía rondar el 90% (así, a ojo de buen cubero), con el siempre agradable (ejem...) resultado de un bochorno o xafugor del tipo dios mio, no puedo respirar, quién ha cambiado el aire por plomo fundido y no ha avisado, el muy cabrito... Y el sol quemándome la incipiente calva, claro, porque la estación es un apeadero con una marquesina más que insuficiente (y, por supuesto, oxidada hasta el tuétano, y eso que las marquesinas no tienen tuétano) que en cuanto el sol empieza a estar un poco oblicuo da una magnífica y refrescante sombra... sobre las vias.

Y digo yo, para resumir, que me estoy alargando demasiado hoy... Señores de RENFE (el significado del acrónimo, como todo el mundo sabe, es el que da título al post)... Tanto cuesta saber distinguir entre dirección p'arriba (y lo digo así porque no recuerdo cual era el destino final de los trenes) y dirección p'abajo (idem de lo mismo, que esa linea no acaba en Barna ni Hospi)? Deberemos regalarles, acaso, la colección completa de videos de Barrio Sésamo para que aprendan con Coco a distinguir entre arriba y abajo? O con hacerles una lobotomía frontal con una Black&Dekker, o, mejor aún, con un clavo del quince y un martillo, a lo manual, bastaría? Esto último lo digo como descarga, desagravio y divertimento sano del sufrido viajero, claro. Porque está claro que los efectos de la lobotomía ya los sufren de natural, sin necesidad de operación quirúrgica de ningún tipo...

Oh, la entrevista? Bien, supongo. Que ya me llamarán. Como siempre.

2 comentarios:

Goldilocks dijo...

Estudié en la Autónoma. Esto lo sufrí durante cuatro años. He pasado grandes lecturas y siestas en los cercanías. Empiezo a pensar que me saqué la carrera gracias a las horas de estudio en el tren. Que no sea un acuerdo entre la UAB y RENFE? Mmmmm... Habrá que estudiarlo.

Telcarion dijo...

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