martes, 21 de septiembre de 2004

Ron

Es curioso como funciona la mente humana...

Cuando oí de fondo en las noticias que un huracán estaba asolando el Caribe en general y las Antillas en particular, ni siquiera le presté atención. Es una de esas cosas que se repiten cíclicamente.

Cuando, a su paso por Santo Domingo, y, concretamente por Haití, empezaron a informar de los destrozos, aún me molesté en poner la oreja, pero reconozco que pasé del tema. Es una de esas cosas que se repiten cíclicamente, queda lejos y no hay nada que yo pueda hacer al respeto, ni directa ni indirectamente.

Cuando empezaron a llegar cifras de muertos seguí en la misma tónica. Será (que lo es) una desgracia, vale, pero no hay nada que yo pueda hacer, ni nada de lo que pueda sentirme responsable. No tengo la culpa de que el planeta esté mal termostatizado.

Desde me enteré de que los helicópteros no encontraban la isla de la Tortuga (ni a sus 50000 -en numeros redondos- habitantes...

Bueno, desde entonces que no puedo quitarme de la cabeza lo de
Quince hombres
sobre el cofre del muerto
y una botella de ron.
Ron! Ron! Ron!
La botella de Ron!


Otro mito de infancia que se ha ido al Infierno...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

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Por otra parte, la isla de La Tortuga, que había dejado de ser visible desde el aire y se temía por su desaparición, finalmente ha sido avistada aunque ha quedado anegada a causa de las fuertes lluvias.

Allí, "las inundaciones han dejado muchas víctimas, aunque todavía no podemos avanzar cifras", ha declarado el alcalde, Rosny Petit Frere.

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La ha lavado de personal como no pudieron hacerlo los gobernadores españoles que se ven en las pelis de piratas.

Urui.

Sota dijo...

No, si cuando escribí el post ya sabía que habían encontrado la isla (que manda cojones que pierdas una isla como quien pierde un paraguas, pero bueno...)

Lo que pasa es que la Tortuga es uno de esos sitios que deberían haber confinados a la literatura, que aunque existan valdría más no saber situarlos en el mapa. Como Eldorado, o la Atlántida, o las Siete Ciudades Doradas de Cibolá. Preferiría seguir teniendo en mente la Tortuga de las novelas, no saber que existía de verdad. Como Bagdag. O Damasco. O incluso Venecia.

Pero es verdad lo que ha dicho el primero que ha escrito. Por lo menos, ha tenido la dignidad de, antes de morir, dar el último destello de romanticismo y no dejarse descubrir por nadie que no supiese previamente dónde estaba...

Sota dijo...

Uy, el primero era Toni... Perdona, tito, se me fue la olla y había leído "Anónimo", en lugar de "Antonio"...

Anónimo dijo...

Es que La Tortuga de los libros no existe ya, murió hace mucho junto a la Hermandad de la Costa.

Urui.

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