Drácula, príncipe de Valaquia y Gales y Lord Protector, ha escapado de su prisión, ayudado por el conde Orlok, guardián de la Torre de Londres, aprovechando el caos administrativo que sufre Inglatera tras el Terror, el nombre que ha recibido la etapa de gobierno de Drácula. Desde allí ha huido a Rusia, ha dado alas a la maquinaciones de Rasputín, se ha cargado al zarovich (a la sazón, un licántropo), ha desencadenado la revolución bolchevique y se ha refugiado en las cortes imperiales centroeuropeas, la Austro-húngara y la Alemana, desde donde ha maquinado hasta conseguir desencadenar una guerra de conquista sobre Europa que acabará siendo conocida como la Primera Guerra Mundial.
Ese es el punto de partida básico para El sanguinario Barón Rojo, de Kim Newman, la secuela de El Año de Drácula. Más de lo mismo, los vampiros campan a sus anchas por la Europa toda (y ahora también por Estados Unidos), y son vistos ya no sólo con normalidad sino como algo chic. En este caso las intrigas palaciegas se han visto substituidas por las diplomáticas y la ambientación ha pasado de novela de misterio a relato bélico (1), pero en lo básico las lineas de la novela siguen siendo las mismas, mezclar hechos reales (la carnicería de Verdum, la batalla por el dominio del aire entre los planeadores ingleses y los dirigibles alemanes) con los literarios (los experimentos genético-vampíricos realizados entre el doctor Moreau y el doctor Herwert West a las órdenes de Drácula para conseguir una línea de super vampiros voladores capaces de derribar cualquier avión que se les ponga por delante).
Por las páginas de la novela pasan Kate, la periodista pequeñita y miope como un topo emperrada en saber la verdad al precio que sea, un Edgar Allan Poe más vampirizado que alcoholizado, contratado por el Graf von Drácula para escribir una hagiografía de von Richtoffen, el Barón Rojo, que inspire a los alemanes, los agentes del Club Diógenes haciendo de las suyas (y mánchandose -es un decir- las manos por una vez en la vida), Murneau en su época de piloto (2), una vampiresa MUY antigua (en la novela la datan en la época del Impero Romano, y se dice que su sangre era lo bastante fuerte como para regenerarla por completo después de que le cortasen la cabeza) que se dedica al strip-tease integral (y por integral me refiero hasta llegar al nivel del músculo, sacándose la piel) en un cabaret de París, Mata-Hari e incluso Bela Lugosi, haciendo, como no podía ser de otra manera, de doble del propio Graf.
En resumen, que lo mismo que la primera parte. Curiosona, para pasar el rato. Mejor escrita que la primera, sin duda, pero bastante más aburrida, por lo menos para alguien a quien, como a mí, las historias bélicas y las descripciones sobre armamento y tácticas (sobretodo sobre armamente y tácticas modernas, yo me quedé en la catapulta y el fuego griego, lo siento) no le interesan en absoluto. Editada en Timun Mas (o, lo que es lo mismo, busquen ustedes en librerías de lance, si les interesa...)
(1)Relato belíco absolutamente anti-épico, por otra parte. El autor se regodea en la muerte, la miseria y la mierda de las trincheras tanto como en la decadencia y la atmósfera de desesperación contenida de la retaguardia, pintando al detalle personajes que luego mata sin pensárselo dos veces enterrándolos vivos en una trinchera a causa de la explosión de un obús. Cosa que nunca le agradeceré lo bastante, por otra parte. Que me dan cada vez más grima las novelas/películas/telediarios que pintan las guerras como cosas heróicas, limpias y asépticas, donde todo es bonito y lo que hay al otro lado de la trinchera no son más que un puñado de bits en un videojuego. No es eso, señores, no es eso...
(2)Quien, por cierto, es víctima de una de las mayores inconsistencias de la novela con respecto a su primera parte. Allí se decía explícitamente que Drácula era profundamente homófobo debido a que fue violado (vale, esta última parte únicamente se insinua) mientras fue prisionero de los turcos, cuando aún estaba vivo. De hecho, firma un edicto donde se hace empalar en la plaza pública a los homosexuales. Aquí, en cambio, a Murneau, piloto de élite y homosexual declarado, dentro del plan de creación de los super vampiros (que incluye la ingestión de sangre del linaje de Drácula, por motivos que no vienen al caso), le concede un vector masculino, porque prefería a los chicos. Claro que esa inconsistencia se queda en nada ante la mayor, y declarada explícitamente en la novela, de tener a todo un azote de infieles como Drácula del lado de Turquía (el Impero Otomano estaba aliado con las Potencias Centrales) y en contra de Rumanía (aliado de Francia e Inglaterra), su tierra natal...
El PP vende otra moto.
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*El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo junto a varios
barones autonómicos del partido.*
Así titulaba David Torres el pasado lunes en ...
Hace 10 horas
1 comentario:
Tendré que volver a cogerlo. Empecé con este pero lo dejé colgado en Noviembre o así.
Urui.
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