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el otro día DeCa que por qué no se podrían recordar los olores. Yo y otros (y me pongo a mi primero) le contestamos que sí que se podía, y que
Proust lo había explicado ya hace mucho tiempo. Lo que es poco menos que imposible es nombrarlos y clasificarlos unívocamente, y siempre se acaba teniendo que recurrir a la definición circular. Para que me entiendan, para definir el color de un tomate se puede comparar con la carta Pantone o medir su máximo de longitud de onda de absorción, su sabor se puede estandarizar entre los vértices del polígono dulce-salado-ácido-agrio-nombrejaponésdelquenuncameacuerdo (que es una escala arbitraria y bastante estúpida, pero funciona) y su textura se puede medir mediante pruebas reológicas, pero su olor... Tienes que acabar recurriendo al "olor a tomate". Que, si el tomate es bueno, es un afrutado con salida en verde y notas florales y cítricas, pero decir eso es lo mismo que no decir nada. Por eso mismo hay tan pocos Maestros Perfumeros (y están TAN bien pagados), que son los auténticos expertos en aromas, porque lo que hacen no se puede medir y difícilmente entrenar: requiere conocimientos, pero no es un conocimiento; requiere técnica pero no es una técnica; requiere experiencia pero no es un oficio. Es un arte en el pleno sentido de la palabra.
Esto viene a cuento de una conversación que tuve recientemente con mi hermano, en la que, no se exactamente cómo, llegamos a que el recuerdo básico que marca su niñez es un olor, el olor a
creosota. Para quien no lo sepa y sea demasiado perro como para mirarse el enlace, la creosota es un derivado destilado de la combustión de diversos tipos de hidrocarburos de origen vegetal (principalmente madera y hulla), directamente emparentado con el alquitrán (hasta el punto de que determinados tipos de alquitrán entran en la definición genérica de "creosota"), y compuesto por más de 200 productos distintos, básicamente hidrocarburos aromáticos e hidrocarburos pesados. Durante más de un siglo se ha usado, entre otras cosas (como por ejemplo farmacia: para tratar el estreñimiento y la psoriasis) para impermeabilizar madera que hubiese de estar expuesta a la intemperie: Palos de la luz y el teléfono (los más viejos del lugar aún recordamos cuando eran simplemente troncos, rectos como una vela, con unos hierros en la punta de arriba), traviesas de ferrocarril (antes de que las empezaran a hacer de hormigón), vigas, mobiliario urbano... ese tipo de cosas.
El por qué mi hermano relaciona ese olor con su niñez es simple. Mi abuelo trabajó durante muchos años para Unión Fenosa, y durante muchos años vivieron en la subestación eléctrica de La Bañeza, así que pasó los veranos de su infancia jugando entre palos de la luz esperando ser colocados (y con la creosota "fresca") y las enormes bobinas de madera (también tratada, como es lógico) que se usan para llevar el cable y que seguro han visto siendo usadas en merenderos y sitios similares a modo de mesa (porque tienen el tamaño y la forma idónea).
Durante finales de los setenta y los años ochenta, cuando se empezaron a substituir las traviesas de madera por las de hormigón y los palos de la luz y el teléfono por postes metálicos, hubo una cierta moda de recuperar esos elementos a modo de decoración para parques y jardines, tanto públicos como privados. Lo cual a priori era una solución ideal, porque primero, eran material de deshecho (y por tanto, relativamente baratos), segundo, es madera envejecida por intemperie, que es MUY bonita, y tercero, es madera, lo que lo hace ideal para un parque infantil (siempre será preferible un golpe contra madera que contra cemento o metal). El problema, ay, es que la creosota
podría ser cancerígena. Y subrayo el "podría" porque, con todas la pruebas científicas disponibles, en la
escala de clasificación de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer está en el grupo 2A, es decir, que hay ciertas evidencias, pero no está demostrado. Y ahora alguien se ha dado cuenta de ello, y están empezando a montarse pollos.
AHORA se han dado cuenta de ello.
AHORA.
Cuando desde el 31 de Diciembre del 2003 está prohibido su uso en interiores de edificios e instalaciones para niños. Casi cinco años después, se han venido a dar cuenta, los gachós.
No manejo todos los datos, así que no pondré la mano en el fuego, pero considero que esta prohibición es ultraprotectora. Y no tanto porque lo del cáncer sea una evidencia más que una prueba, sino porque todos los demás efectos adversos que puede producir (quemaduras en las mucosas bucales, sarpullido, vómitos, hipotermia...) son a cortísimo plazo tras la exposición (el cáncer, en todo caso, sería a largo plazo) y, directamente, nunca se han dado. Lo cual tiene lógica si tenemos en cuenta que hablamos de elementos que han pasado años (en ocasiones, MUCHOS años) expuestos a los elementos, con lo que todos los compuestos solubles en agua ya habrán sido arrastrados por disolución en el agua de lluvia, y los compuestos insolubles de las capas más externas habrán sido arrastrados por erosión. Y como se trata de compuestos poco volátiles, los de las capas internas tendrán poca movilidad y la exposición a ellos que puedas sufrir por jugar en un parque donde haya madera tratada es más que mínima. En cualquier caso, repito, no tengo los datos que habrán tenido que manejar los legisladores, sólo digo lo que me dicta la lógica química, y la lógica, aunque sea química, ya saben que no es más que una manera organizada de equivocarse. Y que, además, en cuestiones de salud siempre vale más prevenir que curar, y una legislación ultraprotectora no me parece del todo mal.
Y mañana sigo con el meollo del asunto.
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