viernes, 11 de junio de 2004

Dónde hay una lluvia de fuego cuando se la necesita?

Leía en el Periódico del jueves que un teniente coronel del ejército de la Argentina, a quien habían denegado un ascenso, presentó un escrito ante sus superiores, alegando que se lo merecía por sus méritos militares. Esos méritos se basaban, básicamente, en haber torturado y asesinado gente durante la dictadura. Y añadía que otros militares que habían hecho lo mismo habían sido ascendidos, y que por tanto él lo merecía también. Eso sí, lo hizo todo cumpliendo órdenes. Talmente en Nurenberg, tu.
Dejando aparte lo que esto revela de ciertas mentalidades militares (en defensa del actual ejército argentino debo decir que, según la noticia, el general al que se dirigía el escrito lo puso en conocimiento de los jueces inmediatamente, para que se tomasen las medidas oportunas), lo realmente abobinable del caso viene cuando el malnacido del que hablábamos explica que se confesó ante un sacerdote de todo esto, y el cura le dió la absolución “porque eran luchadores de Dios”.
Jódete y baila.
Por lo que tengo entendido, la Argentina es un país de mayoría católica, de donde deduzco que el cura en cuestión también lo era. Y cuando leo eso, no puedo evitar pensar en la jerarquía católica de por aquí. No hablaré de su posición ante el aborto o la contracepción, porque son temas que se caen por su propio peso y con los que han quedado bastante en evidencia ellos solitos (además, no podría superar aquel eslógan feminista de los setenta que decía “si los obispos se quedaran preñados, el aborto sería sagrado”). Tampoco de su posoción ante la homosexualidad, y en concreto, contra las adopciones y el matrimonio (del que ahora parece que el gran problema es semántico, y que no se puede hablar de “matrimonio” porque no hay una “madre”. Por esa regla de tres habría que eliminar del diccionario la palabra “patrimonio”, puesto que las posesiones familiares ya no son potestad única del pater familias... o eso o prohibir a las mujeres tener posesiones, pero mejor no doy ideas). Al fin y al cabo, todos esos son problemas de moral. Otra cosa es que la iglesia quiera implantar por decreto SU moral a toda la sociedad (y ahí entrarían temas como la educación, la profilaxis sexual, etc), y que eso sea algo que me saque de quicio.
Lo que realmente me ha sentado como un puñetazo al plexo solar ha sido la negativa frontal de la Conferencia Episcopal a que familias con un hijo que sufre una enfermedad congénita potencialmente mortal, y que podría curarse mediante tejidos del cordón umbilical y la placenta de un donante sano, sólo porque la única forma viable de encontrar ese donante es que esos padres tengan otro hijo, genéticamente seleccionado para que sea compatible. Esa panda de hijoscienmilleches han decidido, por sus santos cojones, que eso es moralmente inaceptable, y que esas parejas deben resignarse a ver morir a sus hijos, que es algo mucho más cristiano, humano y decente, dónde va a parar.
Definitivamente, a todos esos parásitos siniestros vestidos de negro se les puede definir de muchas maneras, pero no como “personas” ni como “humanos”. Porque han demostrado no tener ni puta idea de lo que es la humanidad.
Como decían, si no me falla la memoria, los Glutamato Ye-Yé (que mira que eran malos y fachas, pero en esto tenían razón), Dios no tiene que ver en esto, y si lo tiene no es dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se te olvida lo de su genial idea de predicar por África que el preservativo ayuda a la propagación del SIDA y que mejor follar sin protecciones. Con lo que costó la campaña aquella...

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