No, no voy a hablar de Soylent Green, la superlativamente malrollista película de la que tantos chistes ha sabido sacar Matt Groening para su (genial) Futurama. Eso se lo dejo a maese Spaulding, que es el que sabe de estas cosas, para cuando tenga a bien revisarla. Sigan en sintonía en su blog, por si le da la vena.
De lo que voy a hablar es del terremoto del Índico y las tsunamis que le siguieron. Podría limitarme a repetir la perorata que ya hice en su momento, pero pa' qué, si sólo pinchando en el link van a encontrar el post en cuestión. También podría (y supongo que muchos lo esperarán) poner de chupa de dómine a los responsables de los sistemas de alerta sismológica, por no dar el aviso al no estar el terremoto focalizado en su zona de vigilancia (lo siento, pero un terremoto de esa magnitud, con el epicentro a la distancia que estaba de puesto de control del arco pacífico más próximo, y lamento no haber encontrado los mapas que venían en el periódico por la red para colgarlos y demostrar lo que digo, se tuvo, por cojones, que detectar con anticipación por esos sismógrafos, y nadie se preocupó de tomar medidas para avisar a la gente). Y no voy a hacerlo porque soy consciente que no voy a ser capaz de decir nada peor de lo que ya habrán pensado ustedes, así que para qué cansar. Tampoco quiero hacer el típico post lacrimógeno oh, que pena, pobrecitos, tantos muertos y cuanta desgracia. Como ya dije en su momento, en situaciones así, donde no hay un culpable de lo que ha pasado, sino que es que, directamente, la madre Tierra ha decidido rascarse, soy incapaz de sentir pena. Rabia, vale. Por los que no avisaron. Se me encogerá el estomago con las imágenes, y con las cifras, de acuerdo. Pero no pena.
Ni siquiera miedo, a pesar de ser muy consciente de que estoy tan expuesto como ellos. No a un tsunami (el Mediterraneo es demasiado pequeño como para que se puedan producir olas de esa magnitud, lo más que puede pasar es lo que pasó la primavera pasada en Mallorca, que de pronto se encontraron con la dársena del puerto sin agua a consecuencia de un terremoto en Turquía), pero sí a que el suelo se abra bajo mis pies. La península es zona sísmica, por el estrecho de Gibraltar pasa una dorsal oceánica incipiente y aún no hace dos siglos que un terremoto con epicentro en la desembocadura del Tajo redujo a escombros Lisboa y trajo el caos a todo el poniente peninsular (sólo en España se contaron más de dos mil muertos, más todo lo que hubiese en Portugal, que se vió mucho más afectado). Cataluña en concreto, además, es zona volcánica. Volcanes muy viejos, vale, que se dan por apagados, pero cualquiera que haya estudiado un mínimo de geología sabe que un volcán nunca se muere del todo. Pero, como digo, no es algo que me de miedo. Porque es algo sobre lo que no puedo hacer nada, y es un peligro que, si no cambio de planeta (y me voy a vivir a una esfera de Dyson), me va a perseguir a todas partes, así que... si no puedo hacer nada, para qué preocuparme? Lo que sea sonará.
Lo del título viene porque, si ahora hemos tenido un seismo de nueve en la escala Richter (escala exponencial, donde cada grado supone el doble de destrucción del anterior, con referencia en diez, que supone cambio completo de orografía), dentro de poco (poco en escala geológica, claro. Pongamos una década. Dos, a lo sumo) tendrá que haber otro aproximadamente equivalente. Por el otro lado. Para liberar tensión. Hagan cuentas. Las placas tectónicas están, en primera aproximación, flotando sobre magma semilíquido. Una de ellas se ha desplomado hacia abajo, provocando una variación importante de volumen en el interior de la esfera. Como ustedes saben, que son gente leida, la capacidad de compresión de los líquidos es muy baja, y, en general, menor en cuanto mayor es la viscosidad de estos. El resultado es obvio, la presión interna del planeta ha aumentado, y eso va a tener que salir por alguna parte. Lo lógico es que salga por el otro lado, o, si aceptamos que el core interno del planeta (el Nife) es sólido, se divida en dos, tangenciales, porque el mismo efecto de desplazamiento de líquidos que ha provocado las olas mortales en la superficie se dará también en el subsuelo, solo que al ser el magma mucho más espeso el desplazamiento del impuso será mucho más lento. Una lenta tsunami de lava que irá a romper contra la corteza terrestre, en las antípodas del primer suceso, y que provocará el mismo efecto, pero al revés: En lugar de hundir una placa respecto a la de al lado, la levantá. Qué punto débil hay en la corteza terrestre, aproximadamente en las antípodas de Java? Bingo. California. La falla de San Andrés. Predigo (y si no, al tiempo), que a la península de California le queda poco antes de convertirse en una isla. Y que las Rocosas (y probablemente los Andes, de rebote) van a dar un estirón que ríase usted de los adolescentes en edad de crecimiento.
Para curarme en salud, por si acaso, y aunque no haya cruzado ninguna apuesta con nadie al respecto, admitiré que hay otra posibilidad. Más preocupante aún si cabe. Que el planeta use las "espitas de seguridad", a lo olla exprés, que le suponen los volcanes, y libere la sobrepresión por ahí. Aumento inusitado de la actividad volcánica a nivel mundial, durante algunos años, especialmente en los llamados puntos calientes, como las islas Hawaii. Echen cuentas de lo que puede suponer eso.
Y ya es tarde y no quiero ponerme a hablar de lo que puede suponer ese desplazamiento de unos seis centimetros (que, así a ojo, deben ser unas décimas de segundo) en el ángulo del eje de rotación de la tierra. Que es una barbaridad de desplazamiento. Porque ahora todas las corrientes de aire y agua caliente se van a tener que reajustar, y si teníamos ya la atmósfera loca, hasta que vuelva a llegar el equilibrio...
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