Mucho me temo que, para cuando publique esto, la cosa no sea ya novedad, e incluso cabe la posibilidad de que ya no esté en cartelera, pero no me resisto a comentar la que probablemente sea la
mejor película que he visto en mucho, muchísimo tiempo. Y digo "película" cuando podría decir perfectamente "películas", porque hay dos historias perfectamente diferenciadas y fantásticamente machihembradas (y digo "machihembradas" y no "entrelazadas" porque no es simplemente un entrelazamiento, va un paso más allá y cada una de ellas influye decisivamente en la otra), la fantásticamente realista y la verosímilmente fantástica. Hablo, ya se habrán dado cuenta, de
El laberinto del Fauno, de
Guillermo del Toro.
Por una parte, está la historia fantástica. Un cuento de hadas de corte total y absolutamente ortodoxo y clásico, donde una princesa perdida debe superar las tres pruebas de-toda-la-vida (la de iteligencia y valor, la de templanza y obediencia, y la de humanidad y corazón) para demostrar quién es y recuperar su reino. Un viaje de iniciación moralista (como buen cuento) en el que se ve guiada por unas deliciosas hadas-insecto palo y un fauno de aspecto más que inquietante, y donde debe enfrentarse con las fuerzas de la naturaleza, con uno de los monstruos mejor paridos y más terroríficos de la historia del cine de terror, y, lo que es mucho más temible, con ella misma.
Por la otra, está la realista. La real. La de las luchas del maquis contra el franquismo en nuestra postguerra (nuestra
última postguerra, maticemos), cuando aún creían que podrían ganar y que las potencias Aliadas, en pleno ataque final contra las del Eje, acabarían el trabajo y eliminarían a
todos los gobiernos fascistas de Europa, y que no se olvidarían de los de este rincón dejado de la mano de Dios (y, ya de paso, se aprovecharían de la existencia de dichos regímenes). Una historia dura, seca, cruel, ultraviolenta (la escena de la botella es lo más
brutal, en todos los sentidos de la palabra, que he visto en el cine, y me he tragado un par de capítulos de
Guinea Pig, si la hubiese hecho
Tarantino, con la misma frialdad y la misma violencia, media humanidad -bueno, medio occidente- estaría meando colonia, y la otra media estaría pidiendo su cabeza), real como la vida misma.Aunque no por ello deje de permitirse alguna que otra licencia poéica, como ese reloj que
Sergi López le tomó directamente prestado al
Capitán Garfio y que suena ominosamente cada vez que se siente (o se sabe) amenazado de una forma u otra, o esa sangre llenando, gota a gota, las calles del laberinto, o el detalle del médico que, disparado por la espalda, con cobardía (en contraposición a su actitud, que
sabiendo que le van a matar, no corre, no huye, y mantiene la cabeza alta en todo momento), tiene el gesto final de, antes de caer al suelo, guardar las gafas para que no se rompan.
Si el guión en sus lineas generales digo que es estupendo, es en los detalles donde se revela como obra maestra por derecho propio. La (tormentosa) relación entre
Ariadna Gil y
Jordi López, el (obvio, aunque nunca explicado, y por eso digo que es magistral, porque
sin necesidad de que te digan nada entiendes qué es lo que le pasa) trauma del personaje de
López con la figura de su padre, la (maternal) relación entre la niña y
Maribel Verdú, las frases de los secundarios, tanto las matronas de la cocina, como los invitados a la cena, como los maquis en su refugio, como los soldados que quedan en segundo plano, la propaganda fascista en la cola del racionamiento, que es
real (quiero decir que realmente decían esas soplapolleces, que no es una paja mental del guionista, no que lo que decían lo fuera), la forma en que
López se da cuenta de quienes son los que están ayudando al maquis desde su propia casa, las puertas dibujadas con tiza en la pared, la mandrágora alimentada con sangre y vinculada a la madre para absorber sus males de embarazo, y que provoca su muerte al ser arrojada al fuego (y devolver, por tanto, todos los males absorbidos de golpe), el libro que se tiñe de sangre para avisar a la niña de que su madre sufre de una hemorragia grabe, el fauno que se va volviendo más "real" (la piel se tensa, las garras se afilan, los dientes se agudizan, los ojos, que al principio son una pura catarata, se van aclarando) según la niña avanza en el laberinto...
Los actores, por su parte, cumplen más que dignamente. La niña (
Ivana Vaquerizo) es una delicia y vale un imperio, con una mirada que es digna sucesora de la de
Ana Torrent,
Jordi López cada vez está más encasillado en los papeles de psicópata, y es que los borda (esperemos, pero, que no sufra de
síndrome de Tom Hanks, ya saben, lo de bordar un papel -en el caso de
Hanks, el de tonto de capirote-, pero sólo porque en realidad está actuando
as himself),
Maribel Verdú (quien, supongo que porque lo exige el guión, no enseña nada, y lo que le habrá costao), se
come la pantalla con patatas, y está absolutamente
soberbia (y se apodera con toda naturalidad de tres de los momentos más duros e impresionantes de la peli:
Si le pones una mano encima a la niña... bueno, no serás el primer cerdo al que degüello -ZAAAAAAS!!!-, cuando la cercan en el bosque y, como amenaza, se pone el cuchillo en el propio cuello, y
No. Ni siquiera sabrá tu nombre -BANG!-. Escalofríos me dan de sólo recordarlas), y, de rebote, logra entrar con plenos honores en el club de
Sigourney Weaver y
Jamie Lee Curtis de actrices que entre más viejas, arrastras y hechas polvo intentan sacarlas, más guapas y morbosas están.
Ariadna Gil está simplemente correcta en su papel de enferma,
Álex Angulo correcto y creíble (y entrañable en algunos momentos), y el cameo estelar
à la Marlon Brando en
Supermán de
Federico Luppi... prescindible, más que prescindible (vamos, que es el peor momento de la película, y no a nivel de guión precisamente). Pero son cinco segundos, y se pasan bien.
Y si los actores son de sobresalietne y el guión de sobresaliente alto, los efectos especiales son directamente de Matrícula de Honor con chorreras. Porque en la parte fantástica son espléndidos y detallistas (la transformación del insecto-palo en hada es simplemente perfecta, el Hombre del Saco -el monstruo de los Ojos en las Manos- ya he dicho antes que es uno de las criaturas mejor diseñadas (con permiso del
Frankenstein de
Whale) y más terroríficas de la historia del cine, los animatronics -como el sapo- son indistinguibles de la realidad, el Fauno... no tengo palabras), pero es que en la parte real
se salen de la escala. No recuerdo haber visto antes nunca cosas como que en un tiro de gracia, además de oirse el "pum", verse el retroceso de la pistola y la nubecilla de humo, se viese saltar el casquillo y el chorretón de sangre de la cabeza del muerto. O la minuciosidad quirúrgica en las escenas de "cosido" (que a mi, que le tengo fobia a las agujas, me hicieron apartar la vista de la pantalla durante muuuucho rato), con el detalle posterior de que la gasa se empapara de licor. O que el globo ocular de
López se empapase de sangre y se diese la vuelta al recibir el último tiro (sólo uno, sólo el que había recibido el impacto... qué coño, sólo con que no le hicieran volar la cabeza en mil pedazos con el disparo ya demostraría un celo y un cuidado en el planteamiento de la escena que para sí quisieran muchos "grandes cineastas").
Resumiendo, que me da que me está saliendo un post un pelín largo, una película a ver, a rever y a conservar y atesorar. Una Puta Obra Maestra. Una Maravilla con mayúsculas. Si aún no la han visto, corran, insesatos! Un diez.
Un último detalle, que me consta que hay gente que no lo ha acabado de pillar. Un "laberinto" no es (no necesariamente) un sitio de calles estrechas e intrincadas llenas de
culs de sac. Un laberinto es un sitio donde, una vez has entrado,
no puedes salir. Y en esa película hay muchos laberintos. Está el real, el de las ruinas, que al cabo es el más sencillo de todos. Está el simbólico, al pie del obelisco que se erige en el corazón del real. Y están los laberintos personales de los protagonistas: El del cuento de hadas de la niña, que nunca se acaba de saber si es real o no (y, al fin y al cabo, no importa, para ella el cuento es real, y por tanto el laberinto también lo es); el de la obsesión del coronel por tener descendencia (masculina, por supuesto) y por igualarse al legendario heroismo de su padre; el de la madre, obligada a casarse y a engendrar con un hombre al que no sólo no quiere, sino que teme; el de la criada, luchando constantemente entre lo que le piden las tripas, lo que le exige el estómago y lo que le ordena el cerebro... Sí, en esa película hay muchos laberintos, y son mucho más intrincados que "tres habitaciones consecutivas", y en ellos habitan y esperan su comida bestias mucho más temibles que cualquier
Minotauro de tres al cuarto...
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