viernes, 15 de diciembre de 2006

Pelotón de fusilamiento (VII)

Mauro oía voces. Voces de todo tipo: agudas como el silbido de un tren y graves como el carraspeo de un abuelo. Autónomas, independientes, emancipadas, decenas, cientos, en ocasiones miles de voces, todas dentro de su cabeza, manteniendo conversaciones, discusiones, monólogos que ni él mismo era capaz de recordar. Cuando daba la casualidad de que su atención se centraba en una de ellas, a veces estaba de acuerdo con lo que oía, y a veces no. A veces no. Tengo mucho majadero aquí dentro, pensaba en ocasiones. Y en otras ocasiones, todo lo contrario. Algunas de ellas opinaban que habían estado toda la vida ahí dentro, y que además lo merecían, mientras que otras, aquellas con una vocación más médica, pensaban, con mucho criterio según ellas, que lo que le pasaba a Mauro no era del todo normal. Pero claro, el instinto de supervivencia tira mucho, y eso siempre se oía allí por lo bajini.

Eso no es normal, Mauro, le repetía todo el mundo constantemente; su mujer, sus hijos, sus amigos, sus compañeros de trabajo, el quiosquero y el panadero, la mujer del quinto, la del cuarto y "esa" (ñam ñam, pensaban casi al unísono todas las voces masculinas de su cabeza al verla). Cualquier persona se creía con derecho a decirle que debía hacer algo con aquello. Y eso que M. era, en apariencia, totalmente normal. Incluso algunas de las voces le habían dicho en cierta ocasión que aquello no era lógico, pero como se ha dicho, el instinto de supervivencia es una poderosa razón para mantener el pico cerrado.

Así que, más por cansancio que por deseo propio, Mauro fue al psiquiatra, y esto fue lo que pasó (transcripción no literal y abreviada):

Psiquiatra Así que al parecer usted oye voces, ¿no es cierto?
Mauro Pues sí, oigo voces. Cientos de voces, miles de voces, en todo momento, dentro de mi cabeza, hablando, riendo, cantando, discutiendo, gritando. Ni siquiera sé cuantas hay. Supongo que usted no oye voces.
Psiquiatra No, Mauro, yo no las oigo.
Mauro Jamás sabrá cuánto le compadezco.

Con este breve y cortante comentario, Mauro se levantó, mientras se escuchaba un grito unánime de alegría dentro de su cabeza (es cierto que alguna discrepaba). Y todas sonreían allí dentro. Todas. Todas, incluida la voz que Mauro creía propia...

.. y la del psiquiatra.

Original de El Insociable.

Hace 309 posts...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ala.

Mola.

Sota dijo...

Estooo... Te tendría que haber avisado de que te robaba el texto antes de colgarlo, verdad?

Uh... Lo hizo un mago! Lo hizo un mago!

Anónimo dijo...

No, si se pone la referencia al autor creo que es correcto incluso políticamente

Como curiosidad, fíjate que el título del post es "Mauro y las voces, o Mauro y el psicólogo, o Mauro se vuelve loco (por fin)", pero en la historia hay un psiquiatra, pero ningún psicólogo :)

Powered By Blogger