Y qué poco me quejo

Vale. Los que lleven más de un año leyendo este, su blog, o se hayan ido pasando por los atrasados se habrán dado cuenta de que la navidad no es que me guste especialmente. Pero vamos, que ni poco, ni mucho, ni nada.

De lo que no era consciente es de que su proximidad me enfermase tanto. Llevo desde ayer con unas anginas que no puedo ni tragar y a base de antibióticos. Y ayer sólo era el dolor de garganta, pero hoy las tengo cubiertas de pus y me he pasado todo el día con fiebre. No me he puesto el termómetro, pero hablo de febradas de aquellas que todo lo que puedes hacer es convertirte en un ovillo en el sofá, taparte con todo lo que puedas y temblar como si tuvieses mono de caballo. Y con una banda de enanos borrachos montando una fiesta loca en mi cabeza...

Esto es después de dos días comiendo amoxicilina como quien come pipas...

No he ido al curro, vale, pero es que tampoco he podido hacer nada en todo el día. En cuanto me sentaba delante del ordenador, o me ponía a leer, o cualquier otra cosa, me entraban los temblores de la muerte. Ahora me están entrando los temblores de la muerte. Que por eso tuvieron ayer esa mierda de post y tienen hoy esta mierda de post y lo que les rondaré, morenos. Que no tengo yo la cabeza para pensar algo cabal, razonado y tal.

Y esto es culpa de la proximidad de la navidad, lo se, lo siento en los huesos...

Que malito estoy...

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