viernes, 12 de enero de 2007

Pelotón de fusilamiento (XI)

En Teléfono Rojo, Volamos hacia Moscú, el “dispositivo del juicio final” es el arma definitiva construida por la Unión Soviética. Un sistema automático imposible de desconectar que detona una bomba capaz de destruir el mundo si detecta un ataque nuclear estadounidense. El presidente de Estados Unidos (o, mejor dicho, el presidente de LOS Estados Unidos), Merkin Muffley, insiste: “¿No se puede desconectar?” y el Doctor Strangelove, el ex científico nazi de la silla de ruedas, replica: “Obviamente, pues si se pudiese apagar el arma no tendría sentido”.

Es el corolario, ficticio, pero obvio también, a la política de la destrucción mutua asegurada, dentro de la particular lógica de la Guerra Fría según la cual ser capaz de destruir el mundo tres veces no era suficiente, pues era necesario poder hacerlo aun después de un ataque nuclear. Strangelove, cuando ve venir la guerra, prevé que la humanidad vivirá en cuevas durante 100 años después del Día D, de modo que propone guardarse armas nucleares para después… dado que los soviéticos también lo harían.

La destrucción de la humadidad como objetivo es un absurdo desde cualquier punto de vista, excepto desde la lógica de la propia disuasión nuclear. El Doctor Strangelove tiene razón una vez más:“Lo que no entiendo es cómo disponiendo del arma disuasoria definitiva lo han mantenido en secreto”, a lo que el embajador ruso responde “Bueno, lo anunciamos en la asamblea del comité central del partido”. Y es cierto, es el arma definitiva funciona siempre y cuando no se pueda desenchufar (o el otro piense que no se puede desconectar). La lógica del choque de carneros.¡Boia chi molla!, la consigna mussoliniana, ¡perro el que afloja!

Estos días me llama la atención hasta qué punto esta lógica de la Guerra Fría está enquistada en nuestro cerebro, de qué forma todos somos un doctor Strangelove en potencia. En qué medida consideramos natural llevar una disputa hasta el extremo, hasta la destrucción total, incluida la nuestra, con tal de no aflojar. Los luchadores del pueblo que heroicamente vuelan edificios con opresores inmigrantes ecuatorianos dentro quieren decirnos que tienen un dispositivo del juicio final. Pero, no nos engañemos, cuando la gente se alegra de las bombas pero no de los muertos, o cuando alertan a los ecuatorianos sobre sus compañías (con una razonable tasa de éxito) o cuando, en un alarde de altura de miras, el aspirante a sheriff dice que una manifestación por la paz y contra el terrorismo divide España... cuando pasa todo eso alguien está agitando el Doctor Strangelove que tenemos dentro.

Original de Pierre Nodoyuna.

Hace 309 posts...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y lo mejor será cuando llegue la hora de contabilizar los asistentes. Los que en otros casos han visto multitudes comprimidas en cuatro baldosas afirmarán que esta vez en toda la capital solo estuvieron cuatro gatos (todos pagados y dirigidos por el gobierno, por supuesto), y viceversa.

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