Me lanzan un guante (desde fuera de internet), y, muy a desgrado, me veo obligado a recogerlo.
Porque no tenía ninguna intención de hablar de ellos. Hacen lo que hacen para eso, y por ahí no paso. Si quieren publicidad, que vayan a una agencia, pasen por caja y contraten un spot para que se emita durante Yo soy Bea, coño ya. Yo me niego a hacerles de altavoz, ni siquiera en negativo. Que lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal.
Bueno, lo anterior no es del todo cierto. No pensaba hablar del tema directamente, pero sí poner en mi boca las palabras de otro. Otra, en este caso. Pero eso lo hago los viernes. Eso, y la (mínima y críptica) referencia y (máxima y gitana) maldición que les eché el otro día era todo lo que pensaba poner por escrito sobre el tema.
Pero me preguntan que por qué no he quitado el banner de "En mi nombre, sí".
Y yo contesto:
Porque lo sigo considerando necesario. Porque lo sigo creyendo.
Porque si no me permito (porque no puedo permitirmelo, porque entonces más valdría que me cortara las venas) tener miedo a salir a la calle aún cuando se que se me puede llevar un conductor borracho por delante, o caerse un balcón sobre mi cabeza, o que un desgraciado me saje cuatro puñaladas por robarme diez euros para pagarse un chute de yeso y glucosa, o a que reviente una cañería del gas bajo mis pies, o a contraer un cáncer o a que durante un mal polvo me contagie de SIDA, me niego a permitirme sentir miedo por su culpa. Aún tengo un mínimo de orgullo.
Porque es falso que no se pueda negociar con armas sobre la mesa. Siempre se negocia con armas sobre la mesa. Que normalmente estas sean más simbólicas que reales, que no causen (directamente) muertos, es circunstancial. Las armas depositadas encima de la mesa durante la negociación se pueden vigilar, se pueden hasta cierto punto controlar. Son las que se guardan en la caña de la bota, lejos de la vista, las que son realmente peligrosas.
Porque dialogar, negociar, no significa rendirse. No quiere decir hacer concesiones. Ni siquiera regatear. Son ellos quienes quieren algo que nosotros (todos los demás, en conjunto, en subconjuntos e individualmente) tenemos en exclusividad. Nosotros ponemos el precio, y ellos han de decidir si les conviene o no rechazarlo. Y el precio puede ser tan alto como deba serlo. Y debe ser alto. Para ellos, que son los que pagan y los que tienen mucho que pagar. Pero para poder hacer la transacción hay que poner antes el precio. Y para eso hay que sentarse a discutirlo. Y aprovechar la situación para hacerles ver que no tienen otra opción que pagarlo.
Porque el diálogo es la única salida posible. Porque dialogar, hay que dialogar hasta con el Diablo el día después del Juicio Final, cuando ya no quede nada por hacer. Porque no nos podemos permitir, estando a un paso de la salida del Infierno, enviarlo todo al garete sólo porque en un mal momento al tres veces malnacido de Orfeo se le haya ocurrido mirar hacia atrás. El precio es demasiado alto. Prefiero sufrir las iras de las Erinias, pero poder seguir mirándome en el espejo y reconocerme, a diluirme en la locura de las Ménades sólo por darme el (triste y efímero) placer de despedazarlo vivo.
Por mucho que me lo pidan las tripas y el tuétano.
Y ya he dicho todo lo que tenía que decir sobre el tema.
Otra DANA, pero diferente.
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Estoy de acuerdo con Juanlu Sánchez quien, en su web de Al día, recuerda
que vuelven a ser horas de mucha tensión en varios puntos del este y del
sur ...
Hace 21 horas
7 comentarios:
Mira se me pasó ponerlo en el mío.
Mañana, a más tardar, lo coloco.
Si. Yo tambien creo que el dialogo, de entrada, es una opcion que no se puede desterrar. Sobretodo porque sí o sí tendrás que hablar con ellos.
yo solo pondre una vez mi comment, que despues de mi relajacion zen no puede ser otro que darte la razon y la enhorabuena por mantener la calma y contestar tan tranquilamente.
hu-hud-lor
Este sí es un buen post sobre el tema.
Segundo intento de enviar un comentario.
Entre el proxy del curro y que los usuarios de Blogger Beta tenemos que cambiar el modo de identificarse, no podía ver si se había comido el comentario o no.
Nanyu, mola el jardín zen.
Urui, sí que había salido, sí. Tres veces. De las cuales paso a censurar dos, con tu permiso.
DeCa, pues eso.
Nanyu, no te creas. Más racional y práctico que sereno y calmado.
Tony, pelota. Y que tampoco digo nada que no dijese Troy.
Lo malo es que frente a ese discurso lógico, razonable, y pragmático algunos prefieren rechazarños (en el mejor de los casos)recurriendo a argumentos que provienen de sus riñones, higados, u otras visceras. No, no me refiero a los que provienen del corazón, por que es imposible que de ahí procedan actuaciones o discursos tan degradantes, embusteros y zafios como los que vemos en algunos sectores o elementos por todos conocidos.
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