Les dejaba
ayer diciendo que no es posible disminuir la entropía de un sistema, y que por tanto, los supuestos beneficios derivados de la globalización económica se irían por la pica porque se destinarían a compensar el aumento de entropía económica del sistema globalizado. Realmente eso es así? Bueno, pues como les dije, sí, pero no.
En la naturaleza, de hecho, existen sistemas (aparentemente) antientrópicos, que
reducen la cantidad de desorden total. El principal ejemplo de ese tipo de sistemas somos los seres vivos, que sintetizamos moléculas con un altísimo grado de ordenación (proteínas, ácidos nucléicos) a partir de precursores infinitamente más desordenados (aminoácidos, nucleótidos, e incluso componentes minerales). Significa eso que los seres vivos nos saltamos la segunda ley de la termodinámica a la torera? No, miren, nadie espera a la Inquisición Española, y nadie, y cuando digo nadie quiero decir NADIE, se salta la segunda ley de la termodinámica.
James Clerk Maxwell, que es uno de los padres de la termodinámica (y malditas sean sus entrañas por ello) estudió esta supuesta paradoja: como es posible que haya sistemas que hagan trabajo efectivo sin aumentar su entropía (y, a ser posible, cómo podríamos nosotros crearlos, porque así tendríamos la máquina de movimiento perpétuo). Y acabó teniendo que recurrir al Maligno: creando el
Demonio de Maxwell. En el link lo tienen mejor explicado, pero básicamente lo que haría este "demonio",
externo al sistema sería, una vez se han puesto en contacto los sistemas, se ha producido el trabajo efectivo, y se ha producido el correspondiente aumento de entropía, nuestro demonio "reordenaría" el sistema, reduciendo su entropía y permitiendo que el ciclo volviese a comenzar.
Donde está el truco? Pues en que los demonios no trabajan gratis. Los demonios normales se te comen el alma (nen), los demonios termodinámicos consumen energía (por eso los seres vivos necesitamos alimentarnos, para poder invertir la energía que nos dan los alimentos en disminuir nuestra entropía). Disminuye la entropía
material, pero aumenta la entropía
energética. Un demonio de Maxwell económico (un
Mammon, como si dijéramos) consumiría parte de la riqueza generada por el sistema económico, pero permitiría un crecimiento contínuo del mismo, disminuyendo el "ruido de fondo" que generaría el aumento de entropía (ver el post de ayer): disminuiría la corrupción, la posibilidad de que se generasen pánicos bursátiles, de que creciesen burbujas económicas, etcétera. Con lo que la resultante, al final, sería positiva, incluso aunque Mammon se llevase la parte del león de lo generado.
Así pues, y dado que que, salvo que (los dioses no lo quieran) entremos en un estado metaestable de crisis y necesitemos una guerra para salir de él, la transición a un sistema globalizado parece irreversible, parece claro que necesitamos invocar a Mammon (porque si todo este chou no va a ser para una mejora, maldita la gracia). La pregunta a hacerse entonces es: cual sería nuestro Mammon?
Y aquí es donde saltan los neoliberales de cuota y gritan a coro "
la mano invisible del mercado!". Y cuando yo me río en su cara, claro. Porque es que nuestro sistema de estudio ES el mercado, y por tanto la mano
invisible del muerto
no puede interactuar con él de manera efectiva (puesto que
es parte del sistema, y el demonio de Maxwell que buscamos
necesariamente no lo es, en caso contrario debería contarse a la hora de calcular la entropía). O, pensándolo mejor, al revés. La mano
invisible del muerto
debe afectar al sistema (que no interactuar con él, dado que es parte del mismo),
pero sólo para hacer que este cumpla con la segunda ley de la termodinámica. Es decir, que se limitaría a hacer aumentar la entropía. Lo cual, por otra parte, es lo que pasa en los modelos económicos neoliberales: el mercado se autorregula, sí (aumenta su macroestabilidad), pero a costa de generar subidas y bajadas imprevisibles, amasar oligopolios, generar burbujas... reducir la microestabilidad. Y como las personas humanas vivimos en lo micro, lo único que logra es jodernos vivos.
Descartada pues la soplapollez neoliberal (y perdón por la redundancia), parece claro que lo único que queda puede evitar un aumento de entropía económica es una (férrea) regulación externa. Felicidades, señores
libegales, les doy la razón. El Estado es el demonio. Es Estado es un Mammón. Y el Estado, ciertamente, consume gran parte del beneficio económico del sistema. Pero, a cambio, permite que este funcione como una máquina de movimiento perpétuo.
Y es lo que permite que la economía crezca y produzca, en lugar de ir aumentando constantemente su entropía hasta el infinito, dejándo sólo un páramo yermo y helado...