jueves, 23 de noviembre de 2006

Y otro minipunto para TMB!

Estimados señores de Relaciones Externas de TMB:

Lo reconozco, me superan. En mucho.

Porque esto de poner una reclamación y, antes incluso de poder entregarla, tener que pedir los papeles para poner otra, tiene mérito, la verdad. Por la parte negativa del concepto, pero bueno. Mérito al fin y al cabo.

Dado que la reclamación que interpuse ayer fue un pelín larga, intentaré, con su permiso, ser muy conciso en esta. Espero que no les importe.

Miércoles 22 de Noviembre. Estación de Santa Coloma (Línea 1). Aproximadamente las nueve y cuarto de la mañana. Llego a la estación. Pago. Bajo hasta el andén, corriendo porque veo que hay un metro parado en él. Entro, y noto que hay algo raro, pero entre que aún llevo la legaña puesta y la música en los cascos, no acabo de ver el qué. Después de unos dos-tres minutos esperando, con el vagón llenándose de gente, y sin que el tren se haya movido ni un milímetro, caigo en cual era el qué. Me quito los cascos. Sí. El ruido. Había poco ruido. El contínuo zumbido que hacen (supongo) los motores del metro no sonaba. No se me lleve a engaño, no me estaba confundiendo con el zumbido que hace el sistema de aire acondicionado. La nota de ambos zumbidos (y perdone si no puedo ser más técnico) es distinta, y la del aire sonaba. Eran los motores. El metro no estaba haciendo una parada de estación, estaba efectivamente parado.

Como a los dos minutos (y con esto harían cinco desde que llegué) me doy cuenta de que la gente que está más cerca de las puertas (como puede imaginar, a estas alturas el vagón estaba totalmente lleno, y le hago notar que Santa Coloma es la segunda parada de la línea) comienza a sacar la cabeza, a poner malas caras y a bufar. Consigo, a codazos, acercarme hasta la puerta. Megafonía ya ha callado, los displais luminosos indican un “reorganizando datos” (o algún eufemismo por el estilo), y otro sufrido viajero me hace saber que han dicho que hay anomalías en las frecuencias de paso. Me conozco el paño, me los veo venir y me empiezo a poner nervioso.

Y, por supuesto, no me defraudan. A los cinco minutos (aproximadamente) se oye, a lo lejos (porque, por supuesto, megafonía sólo funciona bien cuando se trata de hacer autobombo, cuando no pues se ve que tampoco saben lo que es el mantenimiento), una vocecilla diciendo que ha pasado algo (que no se entiende) en la estación de Universitat, y que el servicio en la Línea 1 está interrumpido. Olé sus huevos.

Lanzando a voz en grito maldiciones en arameo e imprecaciones que no expondré aquí porque tengo un mínimo de educación, pero que incluían referencias a heces fecales y a los difuntos de todo el personal con cargos de responsabilidad de TMB, me dirijo a las taquillas para que me devuelvan el billete y pedir la carta de reclamación, lo cual ya se está convirtiendo en un desagradable hábito. De hecho, estoy pensando en seguir su ejemplo y cambiar el orden lógico de las cosas (y digo lo de su ejemplo porque entiendo que el orden lógico de las cosas es que un servicio de transporte público transporte a la gente, no les haga ir a pie), y poner las cartas de reclamación única y exclusivamente cuando pueda hacer un viaje sin sufrir ningún tipo de problema o imprevisto. Que seguro que tendría que poner muchas menos, y los árboles empleados en fabricar tantísimo papel como me hacen gastar me lo agradecerían.

Eso sí, les tengo que reconocer una cosa y comerme (parte de) mis palabras de mi última carta de reclamación. En esta ocasión, al menos, no me dieron un billete no integrado a cambio, como era lo habitual, sino que me cambiaron la tarjeta por completo añadiendo el viaje que había perdido por culpa de sus interrupciones. Bravo por ustedes, un aplauso. El servicio que dan sigue siendo una mierda, pero al menos ya no nos supone un gasto añadido.

Desgraciadamente, eso que hubiese sido una buena impresión se fue rápidamente al garete, cuando ni los taquilleros, ni el señor que tienen allí con un chaleco rojo con la “i” circunscrita que es el símbolo internacional para los servicios de información, no es ya que no estuviesen informando a la gente que seguía entrando de que el servicio estaba interrumpido (que lo tuve que ir haciendo yo a voz en grito, así, por amor al arte), sino que ni siquiera se habían enterado de ello. De hecho, cuando ya en el displai luminoso que hay en el hall aparecía el cartel indicando que el servicio estaba interrumpido, el señor del chaleco rojo comentó, muy enfadado, que de dónde sacábamos que el servicio estaba interrumpido, que no habían dicho nada. Y a mi se me cayeron los cojones al suelo.

Los dos.

A la vez.

Sólo tuve ánimos para señalarle el displai. Y él tuvo los santos arrestos de decir, “jo, pues vaya vista que tenéis”, y, en lugar de avisar a la gente o hacer algo, se fue a una esquinita y se quedó allí parado. Alguien que (se supone) está ahí para informar. Vamos, que tienen ustedes un personal que vale un imperio, oigan. A la hora de recoger anécdotas sobre “cómo no se deben hacer las cosas”, por lo menos.

En fin, que diez minutos después, el tiempo que tardan en darme la hoja de reclamaciones (y llevamos veinte desde que llegué a la estación) puedo salir corriendo de esa ratonera en que se convierte el metro día sí, día también, cuando el servicio se interrumpe, para buscarme la vida y encontrar otra forma de llegar al trabajo no demasiado tarde.

Pero claro, como se habrán dado cuenta, uno es tocapelotas de mena, y como, a esas alturas, llevaba (y llevo) un cabreo considerable, pues cogí el móvil y me puse a llamar a su teléfono de información, a ver que junta de la trócola se les había roto hoy. Por supuesto, la señora que me atendió no tenía ni siquiera constancia de que hubiese habido problemas de ningún tipo, y tuvo que volver a llamarme un rato después para decirme que había habido que parar la línea durante sólo diez minutos para prestar atención médica a un cliente en la estación de Universitat. Y dos huevos duros.

Lo de los diez minutos... por favor, no se mientan, porque ese no es precisamente el mejor sistema para arreglar nada. Y si les pido por favor que no se mientan, les exijo que no intenten mentirme de una forma tan burda. Señores, si estoy presentando una queja, sea por escrito o sea vía telefónica, es porque estaba allí. Y se que estuve unos diez minutos en un vagón parado, y otros tantos en el hall esperando a que me entregasen la carta de reclamación. Y el servicio estaba parado cuando me fui. Así que diez minutos, ni po’l forro. Entre veinte y treinta, como mínimo. Tengan un mínimo de vergüenza ajena, por favor.

Claro está, yo no puedo culparles a ustedes porque haya habido que dar atención médica a alguien, sólo faltaría. Y como es normal, a esa pobre persona hubo que bajarla a las vías para poder atenderle con comodidad, y eso hizo que tuviese que interrumpirse el servicio.

No, espera, eso no tiene mucho sentido, ¿verdad?

Debe ser, pues que alguien cayó o se tiró a las vías, y hubo que parar la circulación para poder sacarle.

Claro, que entonces, en mi pueblo al menos, lo que se hace en esos casos no se llama dar atención sanitaria, sino más bien dar la extremaunción. Es que son muy católicos, en mi pueblo. Pero en cualquier caso, va a ser que no, que no era eso.

Pues no se, ya lo único que se me ocurre es que hubiese que parar los trenes porque la ambulancia, para llegar más rápido y sin problemas de tráfico, iba por los túneles. Y eso mucho sentido no tiene, tampoco, no.

Pero vamos a ver, no se dan cuenta de que sus excusas son risibles, que son un insulto a la inteligencia del pasajero y que repugnan a la lógica y a la razón? Porque vamos, lo que la lógica y cualquier cursillo de primeros auxilios dictaminan es que , si a alguien le da un jamacuco en un sitio cerrado y mal ventilado como pueda ser un vagón de metro, lo adecuado es sacarle a un sitio más amplio y con mejor aireación, como pueda ser el andén. Y más en una estación tan amplia como es la de Universitat, que si bien lo que son los andenes estrictamente de la Línea 1 son estrechitos, oscuros y malolientes, un paso (literalmente) más allá está el enorme espacio abierto que hace las veces de hall y conexión con la Línea 2, y que está bien ventilado y bien iluminado.

Que no cuela, que no. Que el perro no se comió sus deberes, que es que son así de ineptos.

En fin, una más. Y van. Que de donde no hay, no se puede sacar. Por cierto, me permito recordarles que mis reclamaciones de los días 6, 13 y 27 de Marzo siguen sin haber sido contestadas. Que si el servicio de transporte es nefasto, el de atención al cliente (el suyo), no le va a la zaga.

Atentamente, y esperando una respuesta algún año de estos...

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Vale, estoy ya no es parte de la carta. Reconozco que algo injusta esta reclamación ha sido. ALGO. Lo del de información sigue sin tener perdón de dios. Pero parece ser que sí era verdad que pararon la línea porque alguien se había puesto enfermo y hubo que darle atención médica. Pero eso lo he sabido después de entregarla.

El problema viene cuando el concepto de "coherencia" les resulta a los señores de comunicación de TMB tan ajeno como el de "mantenimiento". Porque según me informaron por teléfono, como digo en la reclamación, había sido un pasajero a quien había habido que atender, y la parada fue de tan sólo diez minutos (cuando yo me fui de la estación veinte minutos después de haber llegado, sin que el tren se moviese para nada). Según el 20 minutos, fue el maquinista el que se encontró mal (y entonces sí hubiese tenido sentido que se interrumpiera el servicio), pero la parada duró media hora, y fue sólo parcial, entre Urgell y Marina (Santa Coloma no está entre Urgell y Marina). Según el Qué! fue, de nuevo, un pasajero, y la parada duró media hora. Y según El Periódico, fue un pasajero, la parada duró 38 minutos y fue primero total y luego parcial (y, además, hubo otro corte al mediodía en la línea 5). Y eso sólo en los medios que he podido consultar (y guardo los recortes, por si les da por contestarme con chorradas otra vez). Vamos, que no saben ni poner excusas. Y eso es inexcusable. Se lo miren como se lo miren.

6 comentarios:

Urui dijo...

Vale que es una pena que lo del Sr. conductor y que se recupere.

Pero la última vez que estuve en Barcelona entré una vez (no recuerdo si acompañada o si fue ese día que cogí el metro solita como una niña grande) en el primer vagón y en una parada se abrió la puerta de la cabina y salieron 3 tíos despidiéndose del conductor. Digo yo que alguno sería conductor también, ¿no? O habrá personal de guardia en las estaciones para preveer algo así.

(santa inocencia patrocinada por el sistema de fabricación de tarjetas de fichar de mi oficina, desde el 20 de marzo haciendo la mía).

Sota dijo...

Urui, alma de cántaro, igual te doy un disgusto, pero...





(...)






...que sepas que los reyes son los padres, vale?

Urui dijo...

Sí, ya. Lo de "santa inocencia" va por eso.

Y porque deben estar grabando la banda magnética de mi tarjeta de fichar con martillo y cincel. Aunque mejor para mí, cobro lo mismo y mis jefes suelen darme permiso para irme antes cuando se lo pido.

Anónimo dijo...

Yo si fuera del TMB te cogía como director de atención al cliente.. que no se te pasa una¡¡¡ Seguro que esto dará que hablar...

Tony Tornado dijo...

¿Por qué no haces un blog paralelo con tus desventuras en el metro?

Material tienes de sobra...

:P

Sota dijo...

Pijomad, no lo harán. Porque saben que iría a currar en metro, y llegaría siempre tarde... Por su culpa.

Tony, sí, lo que me faltaba, otro blog... Que este se actualiza todos los dias, fermoso! No como otrosssss...

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