Las Crónicas Helvéticas (volumen III)

En anteriores episodios: nuestros héroes huían en tren de la devastación postapocalíptica de Ginebra...

Nos habíamos quedado en el tren Ginebra-Swisspueblito, de camino a la boda civil. Vistas fastuosas.



Bueno, la segunda foto la pongo, más que por las vistas, porque la moza que se ve reflejada se puso a leer la traducción al gabacho de un libro de Lucía Etxebarría, y me hizo gracia el tema. También me jodió unas cuantas vistas chulas con su cara de pan (la de la rubia, no la de la Etxebarría), pero qué le vamos a hacer...

Llego al Swisspueblito, voy corriendo a casa a ponerme mínimamente presentable (en román paladino, dejar la mochila, ponerme las lentillas y mear, por ese orden), y hacia el ayuntamiento, donde se celebraba la boda civil. Sitio mono pero no como para colgar fotos aquí. Y como llegué con tiempo más que de sobras, pues me bajé un poco hacia el lago a sacar más fotos. El día había clareado, y ahora sí que pude sacar postalitas como dios manda.




En la última, por cierto, se puede ver la famosa obra de arte que ha hecho internacionalmente famoso al Swisspueblito, y que se ha convertido, más que cualquier otra cosa, en su símbolo y carta de presentación de cara al mundo. Aquí un primer plano.


Y aquí se acabaron las fotos de momento, porque los novios pidieron discreción absoluta, por lo que no voy a poner fotos de las bodas. Se siente. Empezó a llegar gente, y me encontré con Aiax, con Estupendosister (rubiaza impresionante a quien había conocido la noche antes, que se me olvidó comentarlo), y conocí a Estupendoprima (morenza impresionante y simpatiquísima) y a otros familiares que no vienen al caso. La novia, espectacular subida en sus taconazos de medio metro. Boda en francés (con lo que de lo que se dijo se enteraron Casta, Estupendo, Aiax y uno de los tíos de Casta, y creo que ya), pero a todos nos dio la impresión de que la juez era un amor y que se las apañó para salirse un poco del guión encorsetado de este tipo de ceremonias y hacer algo más cálido y tal. Momento de histeria por mi parte al encontrarme con que tenía que sacar todas las fotos por triplicado, para mi y para los dos testigos (que me habían pasado a mi la cámara).

Acabada la boda y la sesión de fotos, todos a los coches y para Gruyères (pueblito Heidi total, lástima que llegamos que era ya noche cerrada -las seis y media o así- y en las fotos que saqué no se ve una mierda) a tomarnos una cerveza en el bar del Gigermuseum (el museo estaba cerrado ya, pena)



y comernos una raclette en Le Chalet de Gruyères (local de vivo tipismo local)



que estaba de puto vicio. La raclette y la nata que ponían con los postres, que con la tontería, con la tontería, me acabé comiendo casi una tarrina entera (y eso es MUCHA nata, créanme). Y no me comí más por vergüenza.

Y de ahí, de nuevo al Swisspueblito, a hacer noche y prepararnos para el día siguiente...

En próximos episodios: Laussane! Cuando ruge la marabunta! Perdidos! Lluvias tempestuosas! Cabaret! Escalera hacia el cielo! Los pitufos! Más allá del lujo! Coma! A la misma bat-hora, en el mismo bat-canal!