Archivado en personal e intransferible y hasta los huevos
Debía tener dieciseis años o así cuando, por mediación de la Matarife (una magnífica compañera de estudios y sin embargo amiga, que se ganó el mote por su pasión por La Matanza de Texas y las torturas inquisitoriales) descubrí a The Cure, Páralisis Permanente, The Sisters of Mercy y Siouxie and the Banshees, entre otros que, aún a día de hoy, me acompañan. Y yo, que siempre he sido muy caro a los temas de lo oculto, lo macabro, lo grotesco, lo arabesco, lo fantasmagórico y lo morboso (en el sentido etimológico del término, "relativo a una enfermedad malsana", aunque también en el usual y sicalíptico), se podría decir que desperté a mi lado siniestro. Ya saben, esa tribu urbana (horrenda y errónea expresión) también conocidos como ojcuros, cucarachas o góticos (denominación esta absolutamente desafortunada, el gótico, como explicaban en historia de tercero de BUP, es vertical, hunde sus raíces en el Infierno para elevar los campanarios hasta el Cielo. Los siniestros, en su mayoría, son más bien románicos. Horizontales. Planos. Como su encefalograma). Claro está que uno siempre ha sido de natural discreto, y eso no supuso que empezase a llevar un estropajo pasado de tripis a modo de peluca (como Robert Smith) ni a pintarme como una puerta ni a vestirme como si viniera constantemente de las Cuevas del Sado. Pero el cambio principal (al menos externamente), sí que se dió en el vestuario. En el color del vestuario, para ser concretos, que viró indefectiblemente (y aún hoy es así) hacia el negro y el índigo. El rojo (que a día de hoy es otro de los colores predominantes en mi armario) no llegaría hasta la veintena, y no fue hasta los veinticinco que empecé a comprarme (por gusto) ropa blanca. No sé exactamente qué compuerta se abrió en mi cabeza sobre los 28 años (aunque me la imagino), pero sobre esa edad fue cuando empecé a tener ropa de colores.Explico esto porque llevo aproximadamente trece años aguantando estóicamente puyas más o menos malintencionadas sobre mi vestuario y su (aparente, pero falsa) monocromía. Recuerdo especialmente cuando, con diecisiete o así, me compré en El Camello unas gafas de sol especialmente... curiosas. En aquella época se llevaban las gafas de sol mínimas, que apenas si cubrían por completo el globo ocular, y con cristales ténuemente teñidos de marrón o de verde oliva. Una mierda como gafas de sol, vamos, porque ni te protegían del sol ni nada. Las mias, en cambio, tenían cristales totalmente negros, elípticos y, en lugar de ser rectas, describían una curva que hacían que el conjunto se "ajustara" a la cara, protegiendo aún más los ojos del sol, puesto que cubrían también los laterales. Las compré porque me parecieron curiosas y me hicieron gracia, nunca había visto un diseño similar. Y resultaron ser unas de las mejores y más cómodas gafas de sol que he tenido, hasta que el uso acabó haciendo que una de las sujecciones de la nariz se rompiera. Todavía deben estar guardadas en algún cajón. Como he dicho, nunca había visto un diseño similar a ese, y de hecho pasaron un par de años antes de que ese diseño se pusiera de moda y las empezase a llevar todo el mundo, hasta acabar en la situación en que están hoy en día, como modelo de gafa de sol típico de bakaluti de extrarradio. Sí, eran ese modelo de gafas, sólo que las mias tenían montura metálica y eran negras por completo. Bueno, pues esos dos años, hasta que alguien decidió que se podían poner de moda, me los pasé escuchando comentarios con mejor o peor intención sobre "moscas". Se imaginan el por qué? Eso mismo.
Ya les digo que hace tiempo que mi vestuario no se ciñe al negro y el azul oscuro. Que tampoco fue verdad nunca, pero sí es cierto que predominaban. Que verme uniformado de negro (salvo ocasiones contadísimas) es complicado. Que verme con un jersey de colores, con una camisa blanca, un pantalón amarillo o una camiseta verde pistacho no es, en absoluto, tan raro. Pero aún tengo que aguantar coñas y pullitas al respecto, y comentarios del tipo "uy, pero qué haces tú tan colorido, qué te ha pasado". Criticándome la estética.
Y ahora, cuando pongo una nota de color (verde) y alegría en un blog, por otra parte, quizá excesivamente sobrio y solemne (que está hecho así porque me gusta así, y me gusta así porque soy así, sobrio y solemne hasta cuando no lo soy, y no hay más que hablar), me lo vienen a criticar... por cuestiones de estética!?.
Sea pues. Nada de verde. Rojo y negro. Sangre y luto. Los colores anarquistas. Los colores sobrios y solemnes por antonomasia. Ustedes lo han querido. La imagen de la derecha, por cierto, es el doble cráneo que corona el escudo de la República.
Pero a la próxima queja, les haré fusilar.
Después de sacarles los ojos.
Para que no sufran daños, claro.