No es bien bien darle la réplica al post del viernes de
Troy (de donde saqué la cita de
ayer, que me pareció sencillamente fantástica, y una verdad como un templo), pero algo de eso hay. Yo soy barcelonés. Y barcelonauta. Me la he pateado de punta a cabo, de los palacios a las cabañas pasando por los claustros. Me gusta creer que la conozco bastante bien. Soy un enamorado incondicional de mi ciudad.
PERO.
Cuando escucho comentarios del tipo que Barcelona es una ciudad abierta, que es una ciudad moderna, que es una ciudad avanzada y tolerante, sólo puedo pensar una cosa:
POR LA PARTE DE LOS COJONES.
Barcelona es una ciudad profundamente burguesa, antigua, reaccionaria, clasista, moralista, carca y me atrevería a decir que
rancia. Y siempre lo ha sido. Por eso gasta cantidades indecentes de dinero en teatros elitistas que para nada pisa el gran público como el Liceu, el TNC o l'Auditori, mientras deja que el Molino se pudra y hace lo imposible para cerrar bailes centenarios como La Paloma.
El punto
canalla que, innegablemente tiene, y que no seré yo quien discuta, no lo ha buscado ni le viene de carácter. Más bien al revés. El carácter lo dictamina el que es una ciudad de comerciantes, con uno de los puertos históricamente más importantes del Mediterráneo occidental. Y donde hay un puerto, hay barcos. Y donde hay barcos, hay marinos. Y donde hay marinos, hay putas y hay tabernas. Por ese orden. Y con los años, las tabernas digievolucionan a clubs
fash y las putas... bueno, las putas siguen siendo putas, pero si les ha ido bien se habrán podido comprar un ático, un visón y un collar de perlas, e irán a tomar el té con las amigas a la cafetería del paseo. Me siguen?
Y la "abertura" y la "modernidad" le vienen también de ese carácter fenicio de sus patricios. Un comerciante que se quiera ganar la vida puede ser tan cerrado de mente como quiera,
siempre y cuando no lo demuestre y le ría las gracias al cliente. Y el escaparate tiene que estar siempre en perfectas condiciones, y ser más vistoso que el del vecino, no sea que el cliente se vaya allá. Y la modernidad y la moda mueven dinero. Mucho. Si quieres ser moderno, más vale que tengas la cartera bien forrada, porque vas a tener que cambiar de ropa, de peinado, de muebles y hasta de cara, si se tercia, cada temporada. Y aunque esta locura de ahora que hace que las temporadas duren seis meses escasos antes de que la moda cambie sea reciente, un cambio cada cincuenta años ya es mucho cambio. Por supuesto, para vender a un moderno tienes que parecer moderno. Pero ya saben ustedes que en casa del herrero... Y en Barcelona no hubo solución de continuidad entre la nobleza terrateniente y la burguesía comercial, simplemente los unos se convirtieron en los otros. No cambiaron ni los nombres ni las sillas.
Y es que ante todo, no lo perdamos de vista, es una ciudad de comerciantes. Que se vendería el alma y a la madre si le conviniera. Ejemplos? Si entran a Portaferrissa desde Portal de l'Àngel, a mano derecha se encontrarán con una calle absurda, de unos escasos cincuenta metros, que no tiene comercios y apenas dos portales laterales, y que no comunica nada que no estuviese ya comunicado por la mucho más espaciosa y transitable Portal de l'Àngel. Duc de la Victòria. Allí se edificaba un palacio renacentista que fue el último edificio construido con piedra de las canteras de Montjuïc. El
último edificio construido con piedra de Barcelona. A los patricios de la ciudad no les tembló la mano en tirarlo al suelo. La fachada del Ayuntamiento, la de verdad, no es la que da a Sant Jaume. Esa es un pastiche de mediados del XIX, hecha sólo para que Ayuntamiento y Palau de la Generalitat quedasen uno frente al otro, en línea recta, y las procesiones de altos cargos fueran más vistosas. La fachada de verdad es la joyita gótica, con unos ventanales que son una filigrana, que da a la calle de la Ciutat. Y que estuvo a punto de ser destruída (y aún así quedó mutilada) al construir la otra, salvándose sólo por la intervención de historiadores y artistas
de fuera de Barcelona. Por supuesto, qué es eso de recordar que en pleno casco urbano, en el Poble Nou, hubo industria. Una vez enviada fuera, a esos burgos del Leviatán en que han convertido el Vallés y el Baix Llobregat, casi mejor que arrasemos también con el recuerdo de que la hubo, que eso no hace de
senyorets y queda feo, y qué mejor manera de hacerlo que acabar con la arquitectura industrial del barrio. Mucho mejor hacer grandes edificios "inteligentes" y "tecnológicos", dónde va a parar. El que algunos de esos edificios eran
preciosas construcciones modernistas de ladrillo visto y de arquitectos como
Puig i Cadafalch (obras menores, vale, pero obras) es irrelevante. Lo otro vende más. Que está de moda el
arte moderno (sí, ese que permite elevar a gran "obra de arte" un urinario firmado)? Pues se construye un MACBA, coño! Todo cristal y pintura blanca, en mitad de un barrio medieval de arenisca rojiza! Y si es lo más parecido (con perdón del Kursaal de Donosti) a un
uppercut arquitectónico porque hace que cuando llegas a la Plaça dels Àngels te quedes sin respiración (en el mal sentido de la palabra), se te suba el estómago a la boca (en román paladino: te entren ganas de vomitar) y se te salgan los ojos de las órbitas, es igual! Los turistas vendrán a verlo!
Oh, sí, los artistas, los grandes arquitectos, cómo puedo decir qué Barcelona no es una ciudad moderna cuando ha dado gente como
Gaudí... Por supuesto que Barcelona ha dado y ha atraído a grandes artistas. Es un buen escaparate, y por la cuenta que le trae al dueño, se invocan buenos escaparatistas. Si
Gaudí no se hubiese encontrado con el conde
Güell, que estaba loco, no se hubiese comido un torrao. La Pedrera estuvo varias veces a tantito así de ir al suelo, porque a los barceloneses no les gustaba, y no es hasta hace relativamente poco que se empezó a reivindicar a
Gaudí como el genio que era. Ahora, por supuesto, es una gloria intocable de la ciudad. Pero eso sí, el Palau Güell, que es igual de maravilloso, si no más, pocos barceloneses encontrarán que hayan ido a verlo, o incluso que sepan indicarle dónde está. Es que está en el Raval, que es un barrio que no hace bonito. El Park Güell se planteó como una urbanización de lujo, y acabó siendo un parque público porque no vendieron una escoba. A los barceloneses no les gustaban aquellas cosas tan raras y tan modernas. Cuando se inauguró el Palau de la Música Catalana, de
Doménech i Muntaner, que actualmente es una de las grandes
joyas de la ciudad y Patrimonio de la Humanidad, hubo
manifestaciones, encabezadas por
Maragall, (el poeta, el abuelo del
Pesquis), pidiendo que lo tiraran al suelo y lo construyeran de nuevo, porque era "horrible". Sólo el que el Orfeó Català se hubiese quedado sin un duro evitó esa desgracia. Porque es una puta maravilla. Y aún así se las apañaron para construir al lado una iglesia absurda y fea que taponara completamente su visibilidad desde la Vía Laietana y mutilase uno de las fachadas laterales.
Oh, el gran ejemplo de urbanismo del Eixample, copiado e imitado por otras grandes metrópolis del orbe todo, que ha convertido Barcelona en ciudad y espejo de ciudades! Y que viene de un plan, el Cerdà, impuesto desde la pérfida Madrid, y que no era el que querían los
prohoms de la ciudad. Pero como les pusieron en el brete de "o esto, o Barcelona sigue con consideración de Plaza Militar y las murallas se quedan es su sitio", pues tragaron. Que remedio, hacía falta crecer. Eso sí, después ya se encargaría
Porcioles de envenenarlo y mutilarlo hasta dejarlo irreconocible, y aún más después, cuando se reivindicó como el avance que es, se le dedicó una gran plaza a
Cerdà. El que la plaza esté allá donde la espalda de la ciudad pierde su casto nombre, y que sea famosa por haber coleccionado en poco más de dos décadas una retahíla de desastres urbanísticos, uno detrás del otro, dificilmente igualable por ningún otro lugar del mundo, y por ser una ratonera para el tráfico (sobretodo cuando llueve), deben ser ironías del destino. Como también se le dedicó una plaza al gran cronista de los bombardeos de la ciudad durante la guerra (la última), el responsable último de la famosa frase de
Churchill "recordad Barcelona!" para animar a los londinenses durante los bombardeos de la
luftwaffe, esa que tanto le gusta recordar a los nacionalistas de medio pelo (los de verdad, al menos, tienen la vergüenza torera de callársela, porque la triste realidad es que Barcelona perdió esa guerra). Si quieren ver la Plaça Georges Orwell, está allá donde los ángeles (o por lo menos, la guardia urbana) no se aventuran. Se reconoce rápido por el engendro de
arte contemporáneo, que daña la vista y el buen gusto, y que explica los perennes restos de vomitera y orines en el suelo mucho más que cualquier
botellón.
Y lo que me dejo en el tintero.
Y este arrebato de ira contra la ciudad a la que en el primer párrafo digo amar a qué viene, me dirán? Pues, aparte de que a que es verdad, y ya va siendo hora de que alguien lo ponga negro sobre blanco (blanco sobre negro en el diseño actual de este, su blog), a que el otro día, rambleando, que es un deporte muy sano y agradable, me fui a topar con la parada de metro de Liceu. Que lucía desde que se inauguró (y de eso hace algo más de un siglo) una marquesina modernista, de hierro forjado. Y que, con la excusa de las obras de mejora de la estación, ha desaparecido. No, no es que la hayan retirado para trabajar mejor, estuvo allí durante tooooodo el tiempo que duraron las obras, haciendo de soporte a los sacos de cemento y cal, y ha desaparecido cuando la han acabado. Substituida por unas barandillas de aluminio y metacrilato y un cartel anodino, que lo mismo vale para poner el mapa del metro como para poner carteles electorales. En ese momento empecé a echar espumarajos por la boca, y probablemente a medio consistorio, a sus señoras madres y a sus señores muertos les empezaron a pitar
mucho los oídos.
Y de esos polvos vienen estos lodos.
Hace un año...